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debilitar la robusta salud de Laguna, mientrm Olivarez dice que ésta so mantenia firme.

En estas circunstancias Laguna resolvió hacer un viaje a Concepcion, donde deseaba conferenciar con el provincial de la Órden, saliendo en compañia del alferez Lorenzo de Molina i tres indios de Chiloé. Llegó sin novedad por el camino acostumbrado hasta Collihuaca, el asiento de la antigua mision del padre Zúñiga, a donde vivia el cacique Jedihuen, hermano del difiunto Collihuaca, quien habia sido amigo de los padres, al contrario de su sucesor que les era adverso. Al salir de allí se sintió enfermo i prosiguió su viaje hasta las montañas de Rucachoroi. En este paraje se sintió mas enfermo, declarándose una fiebre maligna, que lo obligó a recostarse, no teniendo mas abrigo que una toldeta de campaña i un cuero de vaca para su cama. Sus inconsolables compañeros no sabian que hacer en su alivio por no disponer de recurso alguno, de modo que el mismo padre, que no perdia ni su fé cristiana ni su serenidad, tuvo que darles palabras de aliento. Habiendo pasado tres dias en esta triste situacion, la muerte vino a arrebatarle el 27 o 29 de octubre de 1707. Sus compañeros le enterraron en el mismo lugar i le pusieron una cruz, volviendo en seguida a la mision para dar parte del infausto suceso. Aunque la débil señal, que marcaba su tumba, haya desaparecido poco despues, sabemos que los restos del ilustre difunto descansan a la vista del lejendario barranco de Rucachoroi, punto que mas arriba hemos tratado de ubicar. Invitamos al viajero, que pase en lo futuro por este lugar, hacer un tierno recuerdo del digno campeon que lanzó allí su último suspiro con sublime resignacion.

La muerte casi súbita de Laguna hizo nacer la suposicion que haya sido envenenado, atribuyéndose al cacique Lebiluan [1], que era relacionado con las vecinos do Nahuelhuapi, el haberle propinado el veneno en casa de Jedihuen. Esta sospecha fué confirmada en cierto modo por un incidente sucedido a un padre que pasó por la casa de Jedihuen un mes despues de la muerte de Laguna. Un indio conocido suyo le convidó con urjencia a probar la chicha recien preparada i, aunque el padre admitió solo una cantidad mui pequeña, se indispuso luego de tal manera, que apénas pudo continuar su viaje. Tanto D. Diego Barros Arana como el P. Enrich opinan que este padre fué el mismo historiador de estos sucesos, el P. Miguel Olivarez. Si tenemos presente, que Laguna tenia su salud ya quebrantada (Machoni), que la chicha era una bebida mui fuerte para personas que no la acostumbraban i que habia ademas cierta tendencia a la exajeracion en las apreciaciones de los misioneros, que se inclinaban a discernir fácilmente una corona de mártir a sus colegas, por considerarse una muerte violenta mas meritoria que la natural, lo mismo que la de un soldado en el campo de batalla,—hemos de

  1. Olivarez l. c. p. 521 i 531.