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dente Dn. Francisco Hurtado [1] a quien conté verbalmente todo lo acaecido, y juntamente le dí el diario, y supliqué que a estos hombres que a su cuenta y mension hicieron esta entrada, los aliviase, como havia hecho el señor Espada. El Diario me lo devolvió a los tres dias, y en quanto a la gente me dijo que perdiese cuidado, que el los atenderia. En virtud de esta palabra le escriví desde Castro reconviniendole con la palabra que me havia dado, y me respondió una carta tratandolos a todos de pícaros, araganes y otros dicterios que no les quise decir ni manifestar a ninguno de ellos, por no desesperarlos.
  1. Este gobernador, comandante jeneral e intendente de Chiloé, injeniero ordinario graduado de teniente-coronel llevaba ademas, al uso de aquella época que se complacia en lucir blasones, el título pomposo "Rejidor perpétuo de la Mui N. i M. L. Ciudad de Oran i de la Plaza de Mazarquibir". Ya aludimos a él hablando de Moraleda i calificando el desprecio con que trató a Menendez.

    Hurtado llegó en la fecha indicada a San Cárlos, entregándole el gobernador cesante coronel Martinez de la Espada el mando en el mismo dia.

    El nuevo gobernador recibió, ademas de la comision ya citada de reconocer el Archipiélago, el encargo especial del rei de abrir comunicaciones entre Chiloé i Valdivia "i tomando pié en esta órden el activo i profundo O'Higgins llevó a cabo la repoblacion de Osorno, que tanto interesaba a Chiloé. Valdivia i a todo el reino [n 1]".

    Hurtado trabajó mui activamente para cumplir estas órdenes, talvez con demasiada precipitacion, porque no tuvo suerte en sus empresas. En cuanto a los reconocimientos marítimos, Moraleda trabajó con todo acierto bajo sus órdenes; el gobernador los practicó tambien en persona, porque comunicó a Moraleda datos sobre el arrecife de Tiquia i los Chochores.

    En virtud de las órdenes recibidas mandó en marzo de 1787 una partida de esploradores para reconocer la antigua ciudad de Osorno. Moraleda nos relata la historia de estas tentativas frustradas. Los taladores erraron el rumbo i llegaron a la orilla de la laguna de Hueñauca o Pu-


  1. Cl. Gay, Historia Política, t. IV, p. 380.