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W. E. RETANA

perdido nada de su vigor para amar; solo que no hallo á quien amar. He gastado poco este sentimiento[1].


  1. Huelga encarecer la importancia de esta nota intima, que retrata á Rizal de cuerpo entero. Así escribía, con toda su alma, cuando aun no había cumplido los veintitrés años. En lo de tenerse por viejo, ya era achaque antiguo en él, mayormente desde su venida á España. Á poco de llegar á Madrid, en 1882, alguien debió de pedirle versos (acaso su madre); ello es que escribió las siguientes sentidas décimas:
    ¡ME PIDEN VERSOS!
    I

    Piden que pulse la lira
    Há tiempo callada y rota:
    ¡Si ya no arranco una nota
    Ni mi musa ya me inspira!
    Balbuce fría y delira
    Si la tortura mi mente;
    Cuando rie, sólo miente,
    Como miente su lamento:
    Y es que en mi triste aislamiento
    Mi alma ni goza ni siente.

    II

    Hubo un tiempo… ¡y es verdad!…
    Pero ya aquel tiempo huyó,
    En que vate me llamó
    La indulgencia ó la amistad.
    Ahora de aquella edad
    El recuerdo apenas resta,
    Como quedan de una fiesta
    Los misteriosos sonidos
    Que retienen los oídos
    Del bullicio de la orquesta.

    III

    Soy planta apenas crecida
    Arrancada del Oriente,
    Donde es perfume el ambiente,
    Donde es un sueño la vida:
    ¡Patria que jamás se olvida!
    Enseñáronme á cantar
    Las aves, con su trinar;
    Con su rumor, las cascadas;
    Y en sus playas dilatadas,
    Los murmurios de la mar.

    IV

    Mientras en la infancia mía
    Pude á su sol sonreir,
    Dentro de mi pecho hervir
    Volcán de fuego sentía;
    Vate fuí, porque quería
    Con mis versos, con mi aliento,
    Decir al rápido viento:
    «¡Vuela; su fama pregona!
    ¡Cántala de zona en zona;
    De la tierra al firmamento!»