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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

cielo, al arrullo de las brisas de sus mares, en medio de la serenidad de sus lagos, la poesía de sus valles y la armonía majestuosa de sus montes y cordilleras.

»Por eso en Luna están las sombras, los contrastes, las luces moribundas, el misterio y lo terrible, como resonancia de las oscuras tempestades del trópico, los relámpagos y las fragorosas irupciones de sus volcanes: por eso Hidalgo es todo luz, colores, armonía, sentimiento, limpidez, como Filipinas en sus noches de luna, en sus días tranquilos, con sus horizontes, que convidan á la meditación, y en donde se mece el infinito. Y ambos, con ser tan distintos en sí, en apariencia al menos, coinciden en el fondo, como coinciden nuestros corazones todos á pesar de notables diferencias: ambos, al reflejar en su paleta los esplendorosos rayos del sol del trópico, los transforman en rayos de inmarcesible gloria con que cincundan á su patria; ambos expresan el espíritu de nuestra vida social, moral y política; la humanidad sometida á duras pruebas; la humanidad no redimida; la razón y la aspiración en lucha abierta con las preocupaciones, el fanatismo y las injusticias, porque los sentimientos y las opiniones se abren paso al través de las más gruesas paredes; porque para ellos todos los cuerpos tienen poros, todos son transparentes, y si les falta la pluma, si la imprenta no les secunda, la paleta y los pinceles, no sólo recrearán la vista, serán también elocuentes tribunos.

»Si la madre enseña al hijo su idioma para comprender sus alegrías, sus necesidades ó dolores, España, como madre, enseña también su idioma á Filipinas, pese á la oposición de esos miopes y pigmeos que, asegurando el presente, no alcanzan á ver en el porvenir, no pesan las consecuencias; nodrizas raquíticas, corrompidas y corruptoras, que tienden á apagar todo sentimiento legítimo que, pervirtiendo el corazón de los pueblos, siembran en ellos los gérmenes de las discordias para que se recoja más tarde el fruto, el anapelo, la muerte de las generaciones futuras.

»Pero ¡olvido á esas miserias! ¡Paz á esos muertos, porque muertos lo son; les falta el aliento, el alma, y los gusanos les corroen! ¡No evoquemos su funesto recuerdo; no traigamos su hediondez en medio de nuestras alegrías! Por fortuna los hermanos son más; la generosidad y la nobleza son innatas bajo el cielo de la España: todos vosotros sois de ello patentes pruebas. Habeis respondido unánimes; habeis coadyuvado, y hubiérais hecho más, si más se hubiera pedido. Sentados á participar de nuestro agape y honrando á los hijos ilustres de Filipinas, honrais también á la España; porque, lo sabeis muy bien, los límites de la España no son ni el Atlántico, ni

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