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JAVIER GOXEZ DE LA SERNA

miento durante los cuatro años que ha permanecido en Dapitan ha sido ejemplar, y es, á mi juicio, tanto más digno de perdón y benevolencia, cuanto que no resulta en manera alguna complicado en la intentona que estos días lamentamos, ni en conspiración ni en sociedad secreta ninguna de las que la venían tramando.» Este General, de grata memoria, afirmó al Sr. Retana que él no hubiese fusilado á Rizal, rogándole que lo hiciese público; y en otra carta, entendiendo, como nosotros, que el presente libro debía publicarse, felicitaba al Sr. Retana por tal propósito, puesto que «puede servir de enseñanza y escarmiento á los que no saben ó no quieren convencerse de que no es por el castigo y la violencia como se gobiernan los pueblos en el siglo XX».

Sustituyó á Blanco otro General que á los trece días de mando (era imposible en absoluto que se hubiera penetrado de la transcendencia del acto) ordenó el fusilamiento de aquel hombre de quien su antecesor, con todos los datos y pruebas en la mano, aseguraba personalmente, bajo su firma, que era inocente.

¡Ni una carta de Rizal, es sus cuatro años de destierro, que revelase la menor complicidad! ¡El gobernador general Blanco, trece días antes del fusilamiento, afirmando la inocencia! No nos asomemos á ese proceso. Repitamos, únicamente, que España es ajena á él.

Dice bien Retana: España no fusiló á Rizal en Filipinas. Lo que hicieron los soldados indígenas, á quienes por un refinamiento de la España negra se ordenó disparar contra el ídolo, fué fusilar á España en Filipinas, por mandato de unos torpes hijos de la Madre patria.

¡Pobre Rizal! Ignoro si la semblanza que hice resultará fiel: en estos dibujos á la pluma hay siempre más del retratista que del retratado, y es seguro que si emprendemos tres el trabajo, probablemente resultarán tres Rizales.




Y contra la prohibición de Retana, que al honrarme con el encargo del prólogo me rogó que no hablara de su persona, quiero decir algo de este autor y de sus obras.

Nadie aquí ni en otra parte podía escribir el estudio de Rizal con la copia de datos que asombrará al lector. Su sólida preparación, que ninguno aventaja para cuestiones históricas filipinas, servida por una gran actividad é inteligencia, ha tenido esta vez la colaboración de multitud de filipinos y españoles, actores o espectadores del drama, en número tal, que los hechos principales están reconsti-