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W. E. RETANA

patriotas. En Hong-Kong tuve ocasión de estudiar también costumbres chinas y el teatro chino. Á los quince días ó poco menos partí para el Japón»…

Persistía en su ansia de viajar[1], de ver mundo, de estudiar experimentalmente la «ciencia de la vida». Y se trasladó al Japón, para donde salió, á bordo del Oceanie, el 22 de Febrero[2]. Con la amplia cultura que poseía, con sus grandes dotes de observador, avivadas por la intensa amargura que saturaba su alma, ¿qué le diría el Japón, donde un florecimiento portentoso iba transformando esa nacionalidad en una de las más importantes del planeta? Allí vivió en las más cordiales relaciones con el diplomático español Sr. Alcázar[3]; estudió el desarrollo del país, bajo todos los aspectos, y aprendió del idioma lo suficiente para entender y hacerse entender de los indígenas. El inglés ya lo sabía. Visitó los centros científicos, algunos de extraordinaria importancia; hízose cargo de la organización


  1. Con el titulo Los viajes, y bajo el pseudónimo de Laón Laán había ya escrito (en 1882) para el Diariong Tagálog (véase la nota 51) una interesante disertación, reproducida en el núm. 7 de La Solidaridad (Barcelona, 15 Mayo 1889), más filosófico-histórica que literaria, encareciendo las ventajas de viajar; alardes de erudición esmaltan el articulo, sumamente agradable.
    «¡Qué revolución (dice en uno de los párrafos) no se lleva a cabo en las ideas del que sale por primera vez de su nativo suelo y va recorriendo distintos países!… Avecilla que sólo ha visto la seca grama de su nido, y ahora contempla panoramas inmensos, mares, cascadas, rios, montañas y bosques, y cuanto puede entusiasmar una imaginación soñadora. Rectifícanse sus juicios y sus ideas; desvanécense muchas preocupaciones; examina de cerca lo que antes fué juzgado sin ser visto; halla cosas nuevas que le sugieren nuevos pensamientos, y admira al hombre en su grandeza, como en su miseria le compadece; el antiguo y ciego exclusivismo se troca en universal y fraternal aprecio del resto de la tierra, y deja una vez de ser el eco de ajenas opiniones para expresar las suyas propias, sugeridas por apreciaciones directas é inmediatos conocimientos. El trato de las gentes, cierta calma y sensato criterio en todos los actos, la reflexión profunda, un conocimiento práctico en todas las artes y ciencias, si no profundo y completo, al menos indeleble y seguro: hé aquí las ventajas que puede sacar de un viaje un espíritu atento y estudioso.»
    Y, como si pensara en su patria, dice en otro: «Por este medio un viajero lleva á su país los buenos usos que ha visto en los otros y trata de aplicarlos con las necesarias modificaciones; otro las riquezas y artículos de que el suyo carece; éste la religión, las leyes y las costumbres; aquél las teorias sociales y las nuevas reformas, introduciendo así todas las mejoras sociales, religiosas y políticas»…
    Rizal, como todos los que han viajado mucho, no como equipaje, sino como personas cultas, poseía cierto espíritu cosmopolita, y anhelaba para su país un resumen de todo cuanto bueno había observado en los demás, adaptable, con las reformas consiguientes, al pueblo filipino.
  2. Dato que debo al Sr. Paciano Rizal, hermano del Doctor.
  3. Blumentritt: su carta fechada en Leitmeritz, 14 Enero 1887.