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XIV
JAVIER GÓMEZ DE LA SERNA

desvergüenza de la mayor parte de los hombres de gobierno de tan querida como desdichada Nación; contra el fraile que, al comprender que luchaba con éxitos envueltos en la inviolabilidad de los hábitos, perseveraba en luchas mundanas y materiales, promovía pleitos y litigios que ganaba empleando el soborno, la osadía ó el poder como amigo y confesor de Reyes y magnates; se creía superior al General, al Gobernador civil, al Poder judicial, á los mismos Obispos; y venciendo á todos y obteniendo grandes victorias, se consideraba invulnerable, poderoso, omnisciente, y menospreciaba á sus mismos compatriotas los peninsulares, que les adoraban y reverenciaban como á santos; y oprimía y trataba á bejucazos al indio, á quien explotó en sus haciendas y deshonró en sus madres, en sus hijas y en sus mujeres.»

¿Seguirá ninguno afirmando que el odio al fraile era el odio á España?

— En Cataluña no existen tampoco esos odios, me decía un regionalista. — Mis paisanos se pagan mucho del afecto y del honor; un poco de ese afecto por parte de los Poderes y de los demás españoles, y que se exteriorice, por ejemplo, yendo individuos de la Familia real á pasar temporadas entre nosotros, pronto acabaría ese malestar y se ganaría el corazón de aquellas gentes sencillas.

Y en tal ambiente de hermanos, todo problema tendría fácil solución.




Murió Rizal: ya todos le hacen justicia. Ahora se comprende lo que pensó y lo que quiso, para remordimiento de sus torpes verdugos y enseñanza de sus paisanos. Era un pacifista, como todo hombre culto, que lo fiaba todo á la evolución, sin derramamiento de sangre, sin odios ni conjuras, aconsejando el bien, el trabajo, la instrucción, dejando para después los grados superiores del ideal. Sólo el niño pensó en coger la estrella sin subir por la escalera del progreso.

Filipinas está llamada á grandioso destino. Colocada en el centro del Pacífico, el Océano de la futura civilización mundial; con el Japón á la cabeza, Australia á los pies, América á un costado y la India y la China al otro, sólo entonces sabrá España lo que le perdieron los frailes. Pero Filipinas agradece á España los beneficios que recibió, y el lazo del común idioma es muy fuerte; España, incapaz para la colonización activa, no lo es para la pasiva, que consiste en la transfusión constante de todas las grandes cualidades de su personalidad moral. Aun puede haber en el porvenir comunes y ventajosas empresas para la madre y la hija.