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W. E. RETANA

tiene lamentables deficiencias y adolece del defecto de que se halla informado por una filosofía caprichosa, disculpable por las miras políticas en que esa filosofía tenía que inspirarse.

Ocioso parece añadir que en las notas no faltan los zarpazos al Catolicismo y á sus portavoces, dados de tiempo en cuando con la eficacia propia de Rizal. Así, por ejemplo, á propósito de la bula de Alejandro VI, por la cual este pontífice concedía á España todos los territorios que estuviesen á un lado de cierta línea divisoria que el propio pontífice trazó sobre un planisferio, y á Portugal los que estuvieran al otro, dice Rizal:— «Esta Bula tuvo la suerte que las otras; naciones protestantes poseen ahora la India y el Maluco, y el Papado, que incitaba á los Príncipes católicos para que despojasen de sus dominios y de su libertad á reyes y pueblos extraños y desconocidos, por el mero hecho de ser infieles, sin ser obligado ni solicitado por nadie (de nostra mera liberalitate), ahora se encuentra despojado por Príncipes, también católicos, y reducido su dominio á un dominio de nombre, como los reyezuelos de las islas conquistadas. Justicia de la Historia: ¡también hay Dios para los Papas!» —En otra nota:— «¿Cuántos mártires y santos habrá en el Calendario que deben su nombre á un desconocimiento de la Fisiología humana?» —Al misionero dominico Fr. Diego Aduarte, historiador, lo maltrata; cógele en varias contradicciones, y en una de las notas que le dedica, planta esta coletilla:— «Tal vez debido á estas lagunas [que dejaba en sus escritos], el P. Aduarte no haya sido todavía canonizado, y eso que, según su biógrafo el P. Fr. Domingo González, usaba zapatos viejos y remendados, y que «siendo la Iglesia catedral donde se enterraba pequeña, estaba muy clara con haber en lo bajo tantas luces, estando lo alto como una ascua de fuego, lo que vieron solamente los religiosos», cosa muy maravillosa según el biógrafo, además del inmenso prodigio de haberle crecido la barba en el ataúd. ¡Santos tenemos con menos barbas y mejores zapatos!»

La obra de Morga-Rizal fué ¡naturalmente! declarada filibustera, y prohibióse su introducción en el Archipiélago.

La imprimió en París, durante el otoño de 1889, como queda indicado. Á últimos de Noviembre, ya estaba dispuesto, limpio de toda corrección, el prólogo del Prof. Blumentritt. Por cierto que éste tuvo, defiriendo á los ruegos de Rizal, que suprimir algunos conceptos. Véase la carta que acerca del asunto dirigió Rizal al profesor austriaco[1]:


  1. Escrita en alemán. El Prof. Blumentritt tuvo la bondad de facilitarme una copia, por él mismo traducida al castellano.