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XVI
JAVIER GÓMEZ DE LA SERNA

Y mientras España sale de Filipinas arruinada, ensangrentada, aparentemente deshonrada por hijos ciegos, los frailes del voto de pobreza se retiran con buen golpe de millones de duros. Las palabras ya citadas del Sr. Calderón hacer justicia á España y á los frailes. A la lujuria y á la codicia, que cita como grandes disolventes, añadiremos el ultrajante tuteo á que sometían á todo indígena, fuera magistrado, militar ó sacerdote.

No culpemos, pues, ni al ejército ni al pueblo español. Ya lo dije en mi citado discurso de 1901: «Yo no califico mal, ni á nuestros soldados, que allí pelearon sin entusiasmo, ni al país, que ha visto con indiferencia aquella pérdida grande y dolorosa, porque el país veía una vergüenza permanente en nuestra Administración ultramarina, la muerte y la anemia para lo más florido de sus hijos, y la ruina para su Tesoro. Así es que esa guerra que empezó sin entusiasmo, casi se ha visto concluir con satisfacción. Y esto lo digo para justificar al pueblo de esa nota de indiferencia, que para muchos significaba un síntoma de muerte y de decadencia. No; el país ha sabido hacer justicia; viendo sin pena que aquellos males terminaban y que se cortaba aquel río de oro que continuamente iba hacia allá con esos 1.200 millones que han venido á recargar el Tesoro español, y por admitir los cuales el partido conservador, creo yo que ha obrado algo de ligero, porque es doctrina internacional admitida, que nosotros no hemos debido olvidar, que cuando se trata de deudas hipotecarias y hay una separación de territorio, la Metrópoli sólo tiene responsabilidad por el 50 por 100.»

Y aquí termino estas breves consideraciones que me sugiere el hermoso libro de Retana. Dos nobles partidos luchan hoy en Filipinas para influir en los destinos de su país; el federal, que incondicionalmente apoya á los norteamericanos, y el nacionalista, que aboga por la autonomía como puente para la independencia, popularísimo, el de Rizal si viviera, y que recibirá seguramente con mayor aplauso el libro que un buen español dedica al que ellos llaman el Gran Filipino… ¡Sea este libro para todos el germen primero de la futura unión de España y Filipinas, sin las impurezas del poderío material! ¡Sea la chispa renovadora de una resurrección de amor!



Madrid, 15 Junio 907.