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W. E. RETANA

Filipinas, 24 de Agosto de 1889». Vinieron copias á Europa, y en Octubre del mismo año, fechada en París (donde precisamente se hallaba entonces Rizal), salió la respuesta. Era ésta otra hoja, encabezada con el documento de Buencamino, y á continuación… ¡la historia de Buencamino!; y tras breves consideraciones en tono desdeñoso, concluye el papel con los renglones siguientes:

«Cuando á un pueblo se le amordaza, cuando se pisotea á su dignidad, su honra y todas sus libertades; cuando ya no le queda recurso alguno legal contra la tiranía de sus opresores; cuando no se escuchan sus quejas, sus súplicas y sus gemidos; cuando no se le permite ni siquiera llorar; cuando se le arranca del corazón hasta la última esperanza,… entonces… entonces,… ¡entonces!… no le queda otro remedio sino descolgar con mano delirante, de los altares infernales, el puñal sangriento y suicida de la revolución!!!


¡César, nosotros que vamos a morir, te saludamos!

París, 10 de Octubre de 1889.— Los Filipinos»[1].

¿Cómo no perder «hasta la última esperanza», si se daba el caso de que periódicos republicanos como El Pueblo Soberano, de Barcelona, negaban á los filipinos el agua y el fuego? Taga-Ilog (Antonio Luna) comenzó sus tareas literarias en La Solidaridad con artículos en los cuales narraba sus impresiones[2] madrileñas. Los artículos, por lo mismo que eran de carácter satírico, contenían copia de pinceladas mortificantes, pero no más mortificantes que otras muchas, cien veces peores, debidas á la pluma de peninsulares. Y El Pueblo Soberano, creyendo que Taga-Ilog era Juan Luna, el pintor, á quien en España se le había alabado bastante más de lo justo, dedicóle un articulazo insolente, cruel, personalísimo, y por contera matizado con frases agresivas para los filipinos. Y Rizal (el Don Quijote oriental), por no perder la costumbre, acudió á la palestra á defender á los


  1. Un ejemplar de esta ya tan rara proclama hállase en la magnífica biblioteca que posee en Barcelona la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Y á propósito de este importante papel, queremos que conste aquí la opinión del Sr. Ponce, contraria á adjudicar á Rizal la paternidad de la proclama. El Sr. Ponce, en sus adiciones á mi ya citada Bibliografía Rizalina, ha escrito: «Cuando en Europa hemos recibido ejemplares de este impreso, he oído á Rizal lamentarse mucho de que entre los filipinos surgiese cuestión tan dolorosa. Por su parte hubiera echado tierra al asunto sin decir una palabra.» —El Sr. Ponce, no sólo niega que Rizal redactase esta proclama, sino que asegura que no fué impresa en París. Quede, pues, como documento atribuído, y no sin fundamento, porque el estilo y ciertas incorrecciones gramaticales son muy de Rizal.
  2. Y con el titulo Impresiones reunió en un tomo los principales artículos: Madrid, 1891. El libro fué elogiado por algunos críticos españoles, entre ellos D. Antonio Sánchez Pérez, que lo recomendó en la Prensa.