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W. E. RETANA

nos que ignorado, en España, D. José Rizal? Cierto que Pi insistió algo más adelante; pero no es menos cierto que, si hubo quien le oyese, fué para tomarle por complice de los filibusteros[1]. ¿Estaba, ó no, por consiguiente, justificado el pesimismo del escritor filipino? Todo ese pesimismo irradió sobre su segunda novela, que imprimió en la citada ciudad de Gante[2]. La nueva publicación envolvióla en tal misterio, que ni un solo ejemplar puso á la venta en ninguna librería, ni de España ni de Europa; por lo que no les fué posible á los españoles, salvo contadísimos (entre los cuales me incluyo), adquiris El Filibusterismo de Rizal. Este su modo de proceder confirma y refuerza lo que ya en otro lugar hemos asentado: que Rizal escribía para sus paisanos solamente. Sin duda habría él deseado que aquí le hubieran leído los hombres de gobierno, los que podían influir en los destinos de Filipinas; pero harto sabía por experiencia propia que nuestros gobernantes, aun aquellos que tenían el antecedente de haber sido cultivadores de las letras, no se molestaban leyendo las producciones de los indios.— «Para que me lean dos docenas de frailes y otras dos docenas de españoles de menor cuantía, que no interpretarán rectamente mi intención, prefiero que no me lean.» —Así, es de suponer, debió de reflexionar el Gran Tagalo. Ello fué que á ningún precio lograba nadie la obra. La edición mandóla íntegra á Hong-Kong, para que desde allí la introdujesen subrepticiamente en Filipinas; pero fueron copados casi todos los cajones que contenían los libros, y éstos inutilizados, y así resultó que apenas nacida la obra, ya se reputaba rara. Tan raros son, en efecto, los ejemplares de Gent,


  1. Pi y Margall escribió en Nuevo Régimen: «Desgracia tienen nuestras colonias oceánicas. No se les otorga los derechos políticos, no se les da asiento en nuestras Cortes, no se les quita el yugo que les pusieron las órdenes monásticas, y cuando se trata de sus intereses materiales, se las olvida como si no fueran parte de España. ¿Qué cariño nos han de tener los que las habitan? ¿Qué impaciencia no han de sentir por verse libres de un pueblo que las gobierna como en el primer siglo de la conquista? Si un día se rebelan, ¿qué razón habrá para que nos quejemos?» —Y estas palabras, que hoy parecerán á todo el mundo tan sensatas, dieron lugar á que el Sr. Sánchez de Toca, en la sesión del Congreso de los Diputados del 29 de Abril de 1891, se desatase contra el ilustre Pi y Margall, acusándole de «alentar y justificar la rebelión de Filipinas». — V. La Solidaridad, núm. 55 (Madrid, 15 Mayo 1891).
  2. He aquí el pie: «Gent, | Boekdrukkerij F. Meyer-Van Loo Vlaanderenstraat, 67 | 1891.» — Y véase el lema, que va en la portada y encierra no poca filosofía: «Fácilmente se puede suponer que un filibustero ha hechizado en secreto á la liga de los fraileros y retrógrados para que, siguiendo inconscientes sus inspiraciones, favorezcan y fomenten aquella política que sólo ambiciona un fin: extender las ideas del filibusterismo por todo el país y convencer al último filipino de que no existe otra salvación fuera de la separación de la Madre-Patria. —F. Blumentritt