Página:Vida y escritos del Dr. José Rizal, por Wenceslao Retana.pdf/223

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
203
VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

del empeño que en ello pusieron ciertos elementos influyentes, comenzando por el general Izquierdo. Lo de Cavite había que aprovecharlo para segar la vida de tres sacerdotes del país que por sus ideas liberales se habían significado, y, en efecto, se les ahorcó; mientras que otros filipinos distinguidos (véase la nota 123) fueron confinados á las islas Marianas, donde purgaron el delito de pensar, no contra España, sino un tanto á la moderna… Aquellos rigores dejaron semilla… Parecía que la semilla no germinaría; pero Rizal abonó el terreno, y germinó. Tarde ó temprano, las leyes ineluctables de la Historia se cumplen. — Resumamos la novela.

Comienza con la descripción de un viaje, de Manila á La Laguna, por el pintoresco río Pásig, en un barco panzudo. Á bordo va el joyero Simoun, «que pasa por ser el consultor y el inspirador de todos los actos de S. E. el Capitán general»; van también algunos frailes y una filipina que alardea de españolizada y es de un carácter inaguantable. Simoun hablaba con «acento raro, mezcla de inglés y americano del Sur»; «era seco, alto, nervudo, muy moreno; vestía á la inglesa y usaba un casco de tinsín. Llamaban en él la atención los cabellos largos, enteramente blancos, que contrastaban con la barba negra, rala, denotando un origen mestizo. Para evitar la luz del sol usaba constantemente enormes anteojos azules de rejilla, que ocultaban por completo sus ojos y parte de sus mejillas, dándole un aspecto de ciego ó enfermo de la vista». Para unos era «mulato americano»; para otros, «indio inglés». Y van, finalmente, entre los pasajeros el poeta Isagani y el estudiante de medicina Basilio (aquel chicuelo que, á orillas del lago, habló con Ibarra en los últimos momentos del Noli me tángere). Precisamente aquel día, el del viaje, hacía trece años justos de la trágica muerte de Ibarra. El viaje termina felizmente.

Sale á escena Cabésang Tales, un tagalo desgraciado, víctima de la Guardia civil, pero sobre todo de las pretensiones, siempre crecientes, de los dominicos. (Nos hallamos en San Diego, ó sea en Calamba, como habrá supuesto el lector.) Basilio alquiló una carromata (cochecillo); pero por unas cosas ú otras, el auriga fué varias veces detenido. Basilio tuvo que bajarse, aburrido. Hallábase en su pueblo, «donde no tenía un solo pariente». Por la noche, que era la de Noche Buena, se propuso ir, y fué, á visitar el sitio donde su madre, loca, huyendo de su hijo, murió. Al aproximarse al sitio, avívanse sus recuerdos: «Allí murió; vino un desconocido que le mandó formase una pira»… Y aquella noche también, Simoun se plantó en el mismo sitio, precisamente donde trece años antes había ocurrido la tragedia. Llegó; quítóse las gafas; comenzó á remover la tierra… Cavando estaba á la luz de una lámpara, cuando llegó Basilio. ¡Gran sorpresa!