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W. E. RETANA

[Prosigue Simoun:] «Yo soy el juez que quiere castigar á un sistema valiéndome de sus propios crímenes, hacerle la guerra halagándole… Necesito que usted me ayude… Lo que debéis hacer es aprovecharos de sus preocupaciones (las de los gobernantes españoles) para aplicarlas á vuestra utilidad. ¿No quieren asimilaros al pueblo español? ¡Pues enhorabuena! Distinguíos entonces delineando vuestro propio carácter, tratad de fundar los cimientos de la patria filipina… ¿No quieren daros esperanzas? ¡Enhorabuena! No esperéis en él; esperad en vosotros, y trabajad. ¿Os niegan la representación en sus Cortes? ¡Tanto mejor! Aun cuando consigáis enviar diputados elegidos á vuestro gusto, ¿qué vais á hacer en ellas sino ahogaros entre tantas voces y sancionar con vuestra presencia los abusos y faltas que después se cometan? Mientras menos derechos reconozcan en vosotros, más tendréis después para sacudir el yugo y devolverles mal por mal. Si no quieren enseñaros su idioma, cultivad el vuestro, extendedlo, conservad al pueblo su propio pensamiento, y en vez de tener aspiraciones de provincia, tenedlas de nación; en vez de pensamientos subordinados, pensamientos independientes, á fin de que ni por los derechos, ni por las costumbres, ni por el lenguaje, el español se considere aquí como en su casa, ni sea considerado por el pueblo como nacional, sino siempre como invasor, como extranjero, y tarde o temprano tendréis vuestra libertad.»

Simoun, después de perdonarle la vida á Basilio, le invita á que sea antiespañol; emplea cuantos argumentos puede para persuadirle; pero no lo consigue. Simoun quema el último cartucho apelando á la nota del sentimiento familiar:— «Y por la memoria de su madre y de su hermano, ¿qué hace usted?» —Pero Basilio, aun teniendo momentos de vacilación, acaba por no soltar prenda. Y se separaron, después de ofrecerse personalmente el uno al otro.

Alojábase Simoun en casa de Cabésang Tales, esto es, en casa de un cabeza de barangay llamado Tales; y bueno será decir, á los que no lo sepan, que dicho título de Cabeza de barangay equivale á jefe de una agrupación de familias. La institución de los barangayes es prehispana. Tales estaba á punto de ser embargado. Como Simoun era, á más de vendedor de joyas, comprador, ocurriósele al Cabeza ofrecerle en venta un relicario de su hija Julí, la cual se hallaba á la sazón empeñada personalmente, ni más ni menos que si fuera un objeto. Julí era novia de Basilio. Simoun ofreció 500 pesos por el relicario. Éste había sido de María Clara (¡la novia de Ibarra que se metió monja!), quien, «en un momento de compasión, se lo había dado á un lazarino»; pasó luego á manos de Basilio, y Basilio se lo regaló á Julí. El cabeza no aceptó los 500 pesos; limitóse á robarle á