Página:Vida y escritos del Dr. José Rizal, por Wenceslao Retana.pdf/237

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
217
VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

metieron á estas islas amparo y rectitud, y jugamos con las vidas y libertades de sus habitantes; prometieron civilización, y se la escatimamos, temiendo que aspiren á más noble existencia; les prometieron luz, y les cegamos los ojos para que no vean nuestra bacanal; prometieron enseñarles virtudes, y fomentamos sus vicios, y, en vez de la paz, de la riqueza y de la justicia, reina la zozobra, el comercio muere y el escepticismo cunde en las masas. Pongámonos en lugar de los filipinos, y preguntémonos: ¿qué haríamos en su caso? Cuando á un pueblo se le niega la luz, el hogar, la libertad, la justicia, bienes sin los cuales no es posible la vida, y por lo mismo constituyen el patrimonio del hombre, ese pueblo tiene derecho para tratar al que así le despoja, como al ladrón que nos ataja en el camino…»

El General le espetó una indirecta, y el alto empleado salió. Ya en la calle, al subir al coche, le dijo al lacayo:— «¡Cuando un día os declaréis independientes, acordaos de que en España no han faltado corazones que han latido por vosotros y han luchado por vuestros derechos!» —Dos horas después, el alto empleado presentaba su dimisión y anunciaba su vuelta á España por el próximo correo. (Alusión muy transparente de lo ocurrido á D. José Centeno, cuyo proceder, cuando la manifestación del 88, no olvidan los filipinos.)

Pecson, Tadeo y Juanito Peláez fueron suspendidos en los exámenes; Makaraig se vino á Europa, consiguiendo pasaporte «á fuerza de dinero»; Isagani perdió unas asignaturas y ganó la que cursaba con el P. Fernández. En cuanto á Basilio… ¡continuaba en la cárcel! Paulita rompió con Isagani, indio, soñador, etc., para casarse con Juanito Peláez, que, aunque majadero y jorobado, era mestizo español, y su padre tenía gran suerte en los negocios. Á últimos de Abril, en Manila, no se hablaba de otra cosa que de la fiesta que iba á dar D. Timoteo Peláez en celebración de la boda de su hijo con Paulita. ¡Los apadrinaba el General!

Simoun pone en orden sus armas y alhajas. Su «fabulosa riqueza» encerróla en la gran maleta de acero que para esto tenía. Llegó Basilio á verle. Si el cambio operado en Simoun durante los últimos meses transcurridos era grande, mayor era aún el experimentado por el infeliz Basilio.— «Sr. Simoun (le dice estudiante), he sido mal hijo y mal hermano; he olvidado el asesinato de uno y las torturas de la otra, ¡y Dios me ha castigado! Ahora no me queda más que una voluntad para devolver mal por mal, crimen por crimen, violencia por violencia… Hace cuatro meses me hablaba usted de sus proyectos; he rehusado tomar parte, y he hecho mal; usted ha tenido razón. Hace tres meses y medio la revolución estaba á punto de estallar; tampoco he querido tomar parte, y el movimiento ha fracasado. En pago de