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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

é imprimía (¿subrepticiamente?) en Hong-Kong los estatutos de la «Liga Filipina», y mandaba á Manila, á su íntimo amigo y paisano


    puertos filipinos. Las autoridades encontraron, sin embargo, que «prohibicion» equivalia sencillamente á un reclamo gratuito y á un aumento de circulacion, tan es asi que, por ultimo se toleró al molesto periódico. Desgraciadamente los que rechazaban la critica, solo habian recurrido al peor remedio para aniquilarla, usando de la fuerza; pero no se les ocurrió estenuarla con remediar todo abuso y prevenir todo motivo de queja. Ahora les decimos que seria muchísimo mejor adoptar este último medio, tanto para los súbditos de España como para el Gobierno, para las corporaciones religiosas que rigen al mismo, y lo que es mejor aun, para la causa espiritual que abrazan, ó debían abrazar o pretenden haber abrazado. Nos alegraríamos de verles inspirándose en sus fundadores, renunciando á todo plan mundano y temporal, que ahora parece ser su única preocupacion y consagrandose con todo su poder, riqueza y energía al cumplimiento de su divina mision, por medios más pacíficos y menos arrogantes. Con este espiritu de conciliacion, llamamos su atencion ahora á la grave y reciente trasgresion de los principios cristianos de justicia que si no se remedia pronto, clamará contra ellos más severamente que nunca. Y la hacemos saber y conocer confiando en que nuestros colegas de Filipinas, sin miedo á la censura de los dominicos, tome cartas en el asunto, y en interés de la justicia, de sus compatriotas, en interés de su propia raza, combatan la injusticia y la tiranía hasta acabar con ellas. — Las causas de este disturbio son las siguientes.
    »Una cuestion había tenido lugar entre los habitantes de Kalamba (Laguna de Bay) y los dominicos, por pretender éstos ser los únicos propietarios de todo el pueblo. El asunto se llevaba al Tribunal Supremo de Madrid. Los frailes, aunque muy poderosos en Manila, por miedo acaso de la opinion pública y del espíritu de independencia que se desarrolla en la Madre Patria, ó sea lo que fuere, indujeron al Gobernador Weyler para que obligára á los Kalambeños á someterse á su pretension. Los naturales alegaron que el asunto estaba aun sub judice. Y como los dominicos no habian probado su derecho, ellos esperaban la última decision. A pesar de esta razonable respuesta, el Gobernador Weyler envió artillería y caballería al pueblo para imponerse, aunque éste se mostraba pacífico y sumiso. Quizás pretendiera asustarles ú obligarles á que resistieran para tener motivos de obrar con rigor, pero los habitantes, para evitar tal contingencia, abandonaron el pueblo antes de la llegada de las tropas. El Gobernador Weyler entonces les ordenó que echáran abajo y quemáran todas las casas, almacenes y edificios, pertenecientes á los fugitivos, y coger despues á todos los que pudieran, para mandarlos á Joló, el peor sitio de deportacion de Filipinas. Más de trescientas familias perdieron sus propiedades y fueron lanzadas de sus casas; mujeres, niños y gente enferma fueron perseguidos, no respetando la proscripcion sexo ni edad. Treinta de las mejores familias fueron deportadas á Joló.
    »Este atropello digno de los dias de la sanguinaria Maria, no era sólo contra los pobres sino que varias de las mejores familias filipinas fueron tambien víctimas. El horror que provocaron las persecuciones anticristianas en China, palidece por completo al lado de la indignacion que produce un caso de esta especie, donde los ministros de paz y amor son reos de atrocidades cometidas á sangre fria, peores aun que las que pueden cometer los pueblos más salvages.
    »Nada han dicho los periódicos de Filipinas respecto á este suceso. Probablemente porque los perpetradores guardan silencio, pues el último bicho de la prensa más esclavizada habria dejado trasparentar inmediatamente a los ojos del público tan vergonzosa injusticia. En la esperanza