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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

gunos otros de las provincias de la Pampanga y de Tárlac»[1]. Despujol, que estaba ya prevenido, prevínose mucho más al enterarse de lo que Rizal hacía. Desfilaba éste precisamente por los puntos donde era fama que existía mayor número de gentes tildadas de laborantes. Los Gobernadores de las citadas provincias notaron el revuelo, que comunicaron en el acto á Despujol, y Despujol, sin pérdida de momento, les dió instrucciones para que, «en un mismo día y á la misma hora, previo aviso telegráfico del Gobierno general, se presentasen con la Guardia civil en las casas de aquellos vecinos tildados de sospechosos. Efectivamente, el día 5 [de Julio], á las once de la mañana, recibió cada Gobernador el aviso telegráfico, cifrado, y á las dos horas otro preguntando: ¿Qué tal van las obras públicas? —que equivalía á preguntar por el resultado de los registros domiciliarios»[2].

En cuanto a las requisas domiciliarias, dieron por resultado «atrapar infinidad de proclamas incendiarias y ejemplares de la obra El Filibusterismo, y cartas, casi todo ello debido á la actividad pasmosa de Rizal»… (Carta citada, dirigida á «La Época».)

Despujol no necesitó más; aparte que llovía sobre mojado, porque en el equipaje del gran propagandista se habían hallado papeles pecaminosos. Y ordenó la detención de Rizal, á quien pusieron preso en la fortaleza de Santiago, y el día 7 del mismo mes de Julio decretaba, de su puño y letra, la deportación del célebre tagalo. No hay para qué decir la impresión que esto produjo en Manila; indescriptible. El decreto de Despujol no tenía precedente, sobre todo por la forma; su transcendencia exige que íntegramente lo reproduzcamos; lo publicó la Gaceta de Manila del día 7 de Julio, y dice así:

«Resultando que después de algunos años de expatriación voluntaria, durante los cuales había publicado varios libros y se le atribuían frecuentes proclamas ú hojas volantes de muy dudoso españolismo, y ya que no francamente anticatólicas, descaradamente antimonacales, que se introducían clandestinamente en el Archipiélago, un ciudadano español, nacido en Filipinas, se dirigió en una primera carta, fechada meses atrás en Hon-Kong, á la Autoridad superior, ofreciéndole su concurso para el mejor gobierno y progreso de Filipinas, al mismo tiempo que empezaba á circular su último libro, por lo cual no obtuvo contestación; y en una segunda carta del mes de


  1. Carta anónima, fechada en Manila, 12 de Julio de 1892, publicada en La Epoca, de Madrid, del 16 de Agosto del mismo año, reproducida por La Correspondencia de España, El Ejército Español, El Correo (un fragmento) y otros periódicos madrileños.
  2. Carta citada en la nota precedente