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W. E. RETANA

proceder en esta ocasión será juzgado como merece por todo filipino católico y patriota, por toda conciencia recta, por todo corazón delicado.

»2.º Queda en adelante prohibida, si ya no lo hubiese sido anteriormente, la introducción y circulación en el Archipiélago de las obras del mencionado autor, así como de toda proclama ú hoja volante en que directa o indirectamente se ataque á la religión católica ó la unidad nacional.

»3.º Se concede un plazo de tres días, á contar desde la publicación de este decreto, en las provincias de Manila, Batangas, Bulacán, Cavite, Laguna, Pampanga, Pangasinán y Tárlac, de ocho días en las demás de Luzón, y de quince días en las islas restantes, para que las personas que tengan en su poder los referidos libros ó proclamas hagan entrega de ellos á las autoridades locales. Pasado dicho plazo será considerado como desafecto, y tratado como tal, todo aquel en cuyo poder se encuentre algún ejemplar.

»La responsabilidad de estas medidas de rigor que un penoso deber me impone caiga por entero sobre los que, con sus desatentados propósitos é ingrato proceder, vienen á estorbar las paternales miras de este Gobierno general, dificultando al par la ordenada marcha del progreso filipino. —Manila 7 de Julio de 1892. —Despujol

Todos los periódicos de Manila reprodujeron el decreto y lo comentaron, alabando sin tasa el proceder de Despujol, y condenando el proceder de Rizal. Sólo La Oceanía Española, que dirigía un abogado criollo, D. Rafael Del-Pan, limitése á transcribir en seco el documento. Merece notarse el papel que juega la religión en el asunto. Dijo el decano de aquella prensa: «El Diario de Manila, que lleva cuarenta y cuatro años representando en estas apartadas regiones el espíritu más puro de la Patria y de la Religión, no puede por menos, en su nombre y en el de los buenos españoles, de cuya opinión es un eco en el estadío de la prensa, de ofrecer á la Autoridad su más incondicional adhesión.» Y dijo La Voz Española, el más moderno de los diarios de Manila: «Acto de esta índole era hace tiempo esperado del digno Conde de Caspe, quien si sabe cumplir los deberes paternales de su alto cargo, tiene muy presente que sobre toda consideración y miramiento le está encomendada en estas tierras oceánicas la defensa de la Cristiana y Católica bandera de España, por la que tantas veces con gloria ha arriesgado su vida en los campos de batalla.» — Para el pueblo filipino, Rizal era sagrado, ¡y á Rizal se le «infamaba»[1] en la Gaceta y demás pa-


  1. La Sensacional Memoria, de Isabelo de los Reyes; pág. 68.