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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

peles de Manila!; Rizal era sagrado, ¡y á Rizal le desterraban al Sur del Archipiélago!… La indignación popular, sorda, pero implacable, cundió por todos los ámbitos del país, y allí donde existía un filipino inteligente y patriota profirióse una condenación severa para Despujol, á quien calificaron de «pérfido»[1], sin tener en cuenta los que tal vocablo empleaban, tal vez sin conocer su verdadera significación, que la conducta de Rizal, por el solo hecho de no haberse ajustado á lo que él había prometido, no meterse en política, merecía necesariamente correctivo. Según los patriotas del país, puesto que Despujol «había garantizado la seguridad de aquél, lo que debió haber hecho era obligarle á volver á Hong-Kong»[2]; criterio caprichoso é inaceptable, porque do ese modo hubieran quedado impunes los manejos de Rizal, lo que no debía tolerar dignamente una autoridad celosa de sus deberes. Despujol garantizó, en efecto, la libertad de Rizal, si éste se mantenía «dentro del círculo de las patrias leyes»: luego si no se le hubiera atajado en su vertiginosa propaganda, tal indiferencia se habría interpretado, aun por los mismos filipinos, como debilidad ó estupidez del Gobierno; y por esto no pasaba Despujol, é hizo bien en no pasar; que con sus antecedentes de simpatizador exagerado de los hombres y de las cosas de la tierra, de proceder de otra suerte habría dado motivo para que los españoles le juzgasen, si no cómplice, auxiliar pasivo de la campaña rizalista, que no era la más adecuada para difundir la confraternidad entre insulares y peninsulares ni para afianzar el mantenimiento del público sosiego. Rizal tendría razón; Rizal la tenía, de seguro, lamentándose del régimen político que en su país prevalecía; pero licitamente, «dentro del círculo de las patrias leyes» no podía en vano crear una Sociedad secreta para conspirar contra ese régimen, que si á él le parecía detestable, al Gobierno le parecía excelente.

Pero esto es una cosa, y otra es el comentado decreto. ¿Delinquió Rizal? ¡Pues para qué estaban los Tribunales de justicia? ¿Para qué servía el Código? No cayó Despujol en la cuenta, ni cayeron los periodistas españoles de Manila, que Rizal tenía entre los suyos una significación altísima, y por lo tanto, que no era político (ni jurídico) zaherirle tan inicuamente en la Gaceta, tomando por fundamento hechos que, por no haberse ventilado con clara luz meridiana, á la vista del público, se prestaban á la duda. Pero hay más: ¿quién, que no sea un neo trasnochado, puede sostener la peregrina teoría de que descatolizar es desnacionalizar? ¿No hay miles y miles de españoles


  1. La Sensacional Memoria. (Ut supra.) Pág. 69.
  2. La Sensacional Memoria. (Ut supra.) Pág. 69.
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