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W. E. RETANA

os frailes redactaron é imprimieron los papeles; los frailes hallaron persona de toda su confianza que los introdujese hábilmente en


    investigaciones judiciales, que dieron por resultado la ocupación de gran número de ejemplares en un convento de la orden. ¿Aprenderá ahora el Gobierno? ¿Se convencerá de la torpe política que, con el fin de asegurar su predominio, siguen allá los frailes? ¿Comprenderá de que precisamente en ellos está el peligro de que perdamos la colonia?» —Nuevo Régimen: Madrid, 3 de Diciembre de 1892.
    «Rizal sale para provincias y nadie le molesta ni vigila; pero cierto elemento que imprime clandestinamente hojas incendiarias contra sí mismo y contra España y las envia á los filipinos ilustrados ó acaudalados, para que se les crea desafectos á España, logra introducir en el equipaje de Rizal un paquete de aquellos impresos, y cuando él, inocente, viajaba por el interior, aparecía á los ojos del Conde de Caspe como traidor, y el General publica el decreto de deportación anhelado por los frailes, después de hacer registrar los domicilios de los anticlericales, inútilmente en muchos de ellos. — El timo al General ha estado admirablemente preparado, y Despujol ha caido vencido». [M. H. del Pilar.] —La Solidaridad, num. 86; Madrid, 1.º Septiembre 1892.
    En el mismo número del mencionado quincenario, órgano de los filipinos progresistas: «Adormeció á los filipinos la confianza en la rectitud del general Despujol, y cuando menos lo pensaban surgió el timo de las proclamas incendiarias que manos habilidosas lograron introducir en el equipaje de Rizal para determinar su deportación gubernativa y los procedimientos inquisitoriales que el caso requiere».
    La misma Solidaridad, al dar cuenta de la muerte de Fr. José Rodriguez, agustino, dijo (núm. 112: Madrid, 30 Septiembre 1893):
    «Atribúyesele el mérito de haber dotado de una imprenta al Asilo de huérfanos encomendado á su dirección; y á la verdad son dignos de aplauso los esfuerzos que ha hecho el P. Rodríguez para sacar casi de la nada un establecimiento tipográfico en dicho Asilo. Esta imprenta, con el trabajo de los niños asilados, es la que más ha popularizado al P. Rodríguez en su campaña contra toda idea que signifique progreso. No era extraño, pues, que muchos pensaran en el P. Rodríguez al ser denunciada esta imprenta, en tiempo del general Despujol, como centro productor de ciertas proclamas que entonces soliviantaban los ánimos en aquella sociedad.
    »Pulularon en el país proclamas incendiarias contra España y los frailes; excitaciones sangrientas contra éstos y la integridad española, venían á significar en último término que en Filipinas el odio al fraile implicaba odio á España; que la política española debía inspirarse allí en las conveniencias de las órdenes monásticas. Era evidente que el provecho de las proclamas, si resultaba, debía redundar en beneficio del fraile; y fué denunciada la imprenta creada por el P. Rodriguez en el Asilo do huérfanos, como el establecimiento donde se confeccionaban las proclamas. La Autoridad judicial procedió al registro del establecimiento; y aunque para nosotros fuera, ó debiera ser un misterio el resultado de la diligencia practicada por el juez Sr. Rodríguez Bérriz, podremos asegurar que el P. José Rodríguez era incapaz de autorizar con su concurso aquella maquiavélica superchería.
    »El P. Rodríguez hubiera podido derramar alguna luz en el proceso criminal formado sobre este asunto. Es proverbial la veracidad del P. Rodriguez; místico y sin apego á las componendas de la vida real, su declaración hubiera sido el reflejo fiel de su conciencia. ¿Hubieran comprometido sus palabras á ciertas entidades poderosas del país? ¿Las hubiera enaltecido? Nada de eso sabemos. El caso es que murió el P. Rodríguez