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W. E. RETANA

cómo salir del paso, se limitó á decir:— Yo no traía semejante cosa… ¡Como no haya sido mi hermana!… Sea de ello lo que fuere, dos afirmaciones deben quedar asentadas: Rizal se agigantó á los ojos de los suyos, mientras que á los de muchos españoles quedó descalificado. Por lo demás, y sin que esto sea argumento en pro del Doctor propagandista, cabe preguntar: para los fines esenciales que Rizal perseguía, dar solidez y vitalidad á la «Liga Filipina», ¿qué valor podía tener un nuevo papel contra los frailes? ¿Merecía este la pena de comprometerse seriamente?

En la Metrópoli tuvo el suceso no poca resonancia. La prensa protestó contra Rizal y le colmó de ignominia. Casi ninguno de los periodistas que aplicaron al deportado los epítetos de traidor, filibustero, etc., conocía á Rizal, ni los escritos ni las intenciones de éste, ni aportó al juicio una prueba irrefragable relacionada con la verdad de lo acaecido. Pero á partir de entonces, el nombre de Rizal} pegóse á ciertos oídos, y á ese nombre se asoció el concepto de «enemigo de la Patria». La ruidosa protesta de la prensa no fué, sin embargo, unánime. El Globo, tradicional adversario de las órdenes monásticas, se escandalizó de que Rizal fuese deportado sólo por haber escrito en contra de los frailes; las obras de Rizal no constituían una novedad; y concluía preguntando si debía considerarse como desafecto á España á todo el que no fuese panegirista de los frailes filipinos. La Correspondencia Militar calificó de «inquisitorial» el célebre decreto, no obstante que lo había sancionado con su firma todo un Teniente general. El País, en cuatro cuchufletas, dijo que Despujol no manejaba la espada, sino el hisopo, y era un General… de dominicos. Etcétera. En cuanto á La Solidaridad, huelga decir que, no sólo defendió á Rizal, sino que estudió el decreto concienzudamente y lo refutó de una manera brillante[1]. Y por lo que toca á la prensa


  1. Dedicó al asunto varios artículos. No podemos sustraernos al deseo de reproducir uno de ellos íntegramente, debido á la pluma del hábil periodista y abogado tagalo D. Marcelo H. del Pilar: bajo el epígrafe Contraproducente, escribió lo que sigue:
    «Pretender, en Filipinas, reformar una cosa, es embarcarse para una mala navegación. Así decía Rizal en un número de esta Revista; así le ha sucedido al fin en cuanto regresó á dicho país.
    »En sus obras literarias Noli me tángere y El Filibusterismo, quiso presentar á los ojos de España los obstáculos de su engrandecimiento en Filipinas; puso de relieve los peligros que amenazan la integridad nacional, y por toda recompensa á sus desvelos obtuvo un pasaje gratis para una funesta navegación á la isla de Mindanao, para un tiempo ilimitado. Aunque semejante penalidad es de la clase abictiva y de carácter expiatorio, se la impusieron sin su audiencia previa, sin dejarle expedito el derecho de defenderse. No se empleó más requisito que el encarcelamiento del acusado con rigurosa incomunicación, y á la primera oportunidad se le embarcó para el punto de su relegación.