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QUINTA ÉPOCA




(1892-1896)


I


El 15 de Julio zarpó de la bahía de Manila el transporte de guerra Álava, que conducía á Rizal, con rumbo al Sur. El buque rindió su viaje en Dapitan, población situada en la costa NO. de la gran isla de Mindanao, cabecera de uno de los distritos en que la isla se hallaba dividida. Allí fué entregado Rizal á D. Ricardo Carnicero y Sánchez, capitán de infantería y Jefe del distrito. La entrega efectuóse por un oficial, quien era además portador de un pliego reservado.

Despujol había dispuesto que el deportado fuese á vivir en la misma casa que ocupaba la Misión de jesuítas; pero previno á la vez que si éstos no querían aceptarle, que viviera en la Casa-comandancia, ó sea en compañía del antecitado D. Ricardo Carnicero.

«Sabedor de esta disposición del General, dicen los jesuítas[1], el Superior de la Misión de Filipinas [P. Pablo Pastells] escribió una carta al misionero de aquel punto [P. Antonio Obach], comunicándole instrucciones acerca del modo cómo se debía haber respecto al infeliz deportado. Decían ellas, en resumen, que si éste quería vivir en casa del misionero, había de ser con las condiciones siguientes: 1.ª Que debía retractar públicamente sus errores en orden á la religión, y hacer manifestaciones netamente españolas, contrarias al filibusterismo[2]. 2.ª Que debía antes hacer los santos


  1. Rizal y su obra, ya citado; cap. xvi.
  2. Cabe preguntar: Pero ¿es que Rizal había predicado contra la soberanía de España? En qué obra suya se ataca dicha soberanía? ¿En qué obra suya se preconiza el filibusterismo? Sin duda, los jesuítas habrían visto con verdadero placer que Rizal hubiera declarado: «El régimen de España en Filipinas es el más perfecto que existe sobre la tierra, y confieso que son filibusteros redomados los que no lo bendigan: contra éstos, aquí estoy yo, aunque perseguido, para hacerles saber que los filipinos somos los seres más felices de la creación; reniego de todo cuanto llevo publicado, y, desde hoy, seré un panegirista de los frailes, singularmente los que en Calamba arrasaron las viviendas de mis deudos y de mis amigos.» — Rizal no podía decir semejantes cosas, del propio modo que no debía retractarse de lo que no había sustentado.