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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

cuando en su fabricación han sido oprimidos ó comprimidos, y mi inteligencia lo ha sido de diferentes maneras. Y ¿cómo negarlo, además, si soy hombre y estoy penetrado de mi falibilidad?

»Estoy conforme con que nuestra inteligencia no puede abarcar todos los conocimientos ni todas las verdades, mayormente las que para darse á conocer necesitan de tiempo y múltiples experiencias; y más: creo que á excepción de las verdades matemáticas, apenas poseemos algunas pocas, más o menos puras, más o menos imperfectas. En las cuestiones sociales, morales y políticas andamos tan á obscuras (hablo por mí), que muchas veces confundimos la Verdad con nuestras conveniencias, cuando no la amordazamos para hacer hablar á nuestras pasiones. Estoy conforme también en que nuestro criterio se engaña mucho, nuestra razón yerra; pero V. R. convendrá también en que sólo ella, la razón, sabe corregirse sus desaciertos; sólo ella sabe levantarse cada vez más gloriosa de las caídas que tiene forzosamente que dar en su larga peregrinación por la tierra. La Humanidad, en sus más grandes locuras, no ha podido apagar esa lámpara que le dió la Divinidad: su luz se ha enturbiado á veces, y el hombre ha errado su camino; pero tal estado pasa, la luz brilla después más viva, más poderosa, y á su rayos se reconocen los perros del pasado y se señalan los abismos del porvenir.

»Claro que admito con V. R. que la luz sobrenatural (Divina) es mucho más perfecta que la razón humana. ¿Quién dudará de aquella Antorcha cuando vemos en este mundo los efectos de la pequeña chispa concedida á la Humanidad? ¿Qué Razón no será la del Creador, cuando tanto me sorprende la del habitante de un mundo pequeñito lanzado por Él al espacio como un caracol en medio de los gigantes del mar? Pero ¿quién, con justa razón, podrá llamarse en nuestro pequeño planeta el reflector de aquella Luz? Todas las religiones pretenden poseer la Verdad —¿qué digo religiones?,— cada hombre, el más ignorante, el más atolondrado, pretende estar en lo cierto.

»Al ver tantas creencias y tantas convicciones; al oir los desprecios de cada sectario por las creencias de los otros, las maravillas, milagros, testimonios con que cada religión pretende demostrar su divinidad, su origen divino cuando menos; al ver á los hombres, inteligentes, honrados, estudiosos, nacidos bajo un mismo clima, en una misma sociedad, con las mismas costumbres, los mismos deseos de perfeccionarse y salvarse, profesar en materia de religión creencias diversas, se me viene á la mente un símil que me permitiré trasladarlo aquí para que V. R. comprenda mi manera de pensar.

»Me imagino á los hombres, en el estudio de la Verdad, como á los alumnos de dibujo que copian una estatua. Sentados alrededor de