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W. E. RETANA

ella, unos más cerca, otros más lejos, quiénes desde cierta altura, quiénes al pie de ella, la ven de diferentes maneras, y cuanto más se esmeren en ser fieles en sus dibujos, tanto más se distinguirán éstos, unos de otros. Estos que copian directamente del original, son los pensadores, los fundadores de escuelas ó de doctrinas, que difieren unos de otros por partir de diferentes principios. Un gran número, por estar muy lejos, por no ver bien, por no ser tan hábiles, por pereza ó por otra causa análoga, se contentan con sacar una copia de otra copia de la que esté más cerca, ó si tienen buena voluntad de la que les parece mejor ó pasa por mejor: á estos copistas corresponden los partidarios, los sectarios activos de una idea. Otros, más perezosos aún, y no atreviéndose á trazar una línea por no cometer una barbaridad, se compran una copia hecha, acaso una fotografía, una litografía, y se van tan contentos y ufanos: á estos pertenecen los sectarios pasivos, los que lo creen todo por no pensar. Ahora bien, ¿quién ha de juzgar los dibujos de los demás tomando por norma el suyo propio? Tendría que trasladarse al mismo sitio y juzgar desde el mismo punto de vista del otro, y aun para esto debería colocar sus ojos en la misma altura y en la misma distancia en que tenía el otro los suyos; debería tener las curvas de la retina idénticas á las del otro, las mismas condiciones en los medios refringentes, y el mismo sentido artístico. Y si es muy difícil colocarse en el mismo punto de vista de los demás en el mundo material, ¿cuánto más difícil no lo es en el moral, complicado y oculto? Y no me diga V. R. que las verdades vistas de todos los puntos siempre presentarán el mismo aspecto; eso sería para Aquel que está en todas partes. Para nosotros sólo se presentan de esa manera las verdades matemáticas, que son como las figuras planas. Las religiosas, las morales y las políticas son figuras de extensión y profundidad; son complejas, y la inteligencia humana las tiene que considerar por partes.

»De esta mi manera de ver infiero que nadie puede juzgar las creencias de los demás tomando por norma las suyas propias. Antes de discutirlas se debería estudiar el punto de partida para ver si se ha preferido el lado de las sombras (pesimismo), la parte toda inundada de luz (optimismo) ó la combinación adecuada para resultar un hermoso claro-obscuro.

»No es el momento ni la ocasión de decir á V. R. por qué tengo punto de vista diferente del suyo. Podría decirle cuál sea el mío, si supiese que le iba á interesar. Pero esta carta se va haciendo ya demasiado larga y dejaré esta cuestión para cuando V. R. me lo pregunte. No quiero, sin embargo, terminar esta carta sin manifestarle mi extrañeza ante la conclusión de V. R. atribuyéndome más de lo que