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W. E. RETANA

han mantenido firmes, después de tantas tempestades. Quisiera ser lo más sincero, lo más exacto posible en la definición y exposición de mis ideas, porque tengo en tanta estima á V. R., no sólo por lo que es, no sólo por lo que ha sido para mí en los años de la adolescencia (memoria para mí siempre querida y sagrada), sino también porque V. R. es una de las pocas personas que, lejos de olvidarme en la adversidad, me han tendido la mano con tanta benevolencia»…

(Y dejando luego la cuestión religiosa para tratar de Dapitan y sus queridos paisanos los calambeños, añade:)

«Acerca de las mejoras higiénicas de este pueblo, yo creo que la cosa debe tomarse en serio. Este año, por desgracia, hay muchas obras, y no sé si habrá prestación personal[1] bastante. Sería necesario dedicar mucha gente durante algunos meses, gustarse algunas sumas para establecer un perfecto sistema de canalización y drainaje, sanear algunos mangles y levantar ciertos parajes. No es cosa de diez ni veinte pintakasis, ni hacer dos ó tres canales que se cieguen después de las primeras lluvias; la cosa es de mayor importancia; se trata de la salud de los pueblos, base de la riqueza y de la moralidad; se necesitarían ladrillos, cal, brazos y dinero. No dudo que V. R. pueda hacerlo, si se empeñase; pero desgraciadamente V. R. está lejos; tiene tantas ocupaciones, y aquí carecemos de brazos y materiales. De todos modos, yo estoy dispuesto á hacer todo lo que pueda en obsequio de este pueblo; sírvase mandar V. R.…

»Aquí ha venido uno de Kalamba para ver los terrenos y trasladar aquí á los kalambeses que han sido desposeídos de sus casas y propiedades. Los terrenos de Sibulad y Duhinub le han gustado mucho, y ahora escribimos á Kalamba, invitándoles á que vengan. Son gente trabajadora, pacífica, pero conocedora de sus derechos, y no dudo que si se les conceden algunas cosas darán vida á este distrito. Piden que, al menos por tres años, mientras se hacen su pueblo y sus sembrados, se les quite el servicio personal. En efecto; en estos primeros años se necesita un gran esfuerzo para limpiar los bosques, hacerse su casa, sembrar, buscar alimento y aclimatarse.

»Muy conveniente sería también que las autoridades de la Laguna [provincia á la cual pertenece el pueblo de Calamba] no pusiesen trabas á esta emigración. S. E. [el Gobernador general] podría ordenarlo, como ya he dicho D. Ricardo [Carnicero, gobernador de Da-


  1. Todo filipino que no se redimiera mediante la adquisición de una cédula personal de sexta clase (tres pesos y medio), ó de clase superior á la sexta, estaba obligado á trabajar quince días al año en las obras públicas. Á este tributo corporal se le designaba como Rizal dice: «prestación personal»; al tributante, llamábasele polista.