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W. E. RETANA

Por lo demás, con la conciencia tranquila y persuadido de que Rizal no mereció la pena cruenta y afrentosa que sufrió, bien puede decirse, parafraseando lo que él dijo de los sacerdotes agarrotados en Bagumbayan en Febrero de 1872; el que sin pruebas concluyentes profane su memoria, ¡que en su sangre se manche las manos! — El fusilamiento de Rizal fué un error, que es hora ya de que así se proclame en España, del propio modo que se ha proclamado en el resto del mundo civilizado.

Mientras viva en la memoria del pueblo filipino el recuerdo de Rizal, subsistirá en aquel país el ansia de una patria digna y culta. ¡Ay de Filipinas si ese recuerdo se desvanece! Gemirá bajo el yugo de otro país extranjero. Y para la vieja España, preferible es que la que fué su hija viva en honrosa emancipación, aunque sea pobremente, recordando con cariño los antiguos vínculos, á que soporte la tutela de una madrastra, á la cual, por opulenta que sea, faltarále siempre ese misterioso é indefinible afecto que es peculiar de la maternidad genuina.

No fuí jamás, ni aun en los días de mayor apasionamiento, partidario de la ejecución de Rizal: precisamente este hecho me impresionó de tal suerte, que de entonces arranca la desviación que mi criterio ha experimentado en lo concerniente á política colonial. La impresión que me produjo movióme á consagrarle un libro, y desde los primeros días de 1897 me dediqué á reunir los datos necesarios para poder escribirlo. Cuando ya creí tener bastantes, acordéme de la frase de Voltaire: una primera edición no es más que un ensayo; y pensando en ello, decidíme por el ensayo previo, que en forma de artículos ha ido saliendo á luz en Nuestro Tiempo. Á medida que los artículos aparecían, mi trabajo motivaba animadas controversias: unos (los más) lo aplaudían; otros (los menos) lo censuraban; pero casi nadie lo leía con indiferencia. Los artículos dieron en manos de personas que podían ampliarlos, rectificarlos y depurarlos, y gracias á ese procedimiento de anticipar el ensayo, he logrado perfeccionar la obra. Cualquiera que sea el fallo de la crítica, no creo que ésta eche de menos las pruebas. Hailas abundantes en la obra, fehacientes las más; y todas ellas, así que pase algún tiempo, serán por mí depositadas en nuestro Archivo Histórico. He procedido con la mayor prudencia, se me figura á mí: nada afirmo que no justifique con el testimonio correspondiente. Sólo así tiene eficacia un trabajo de la índole de este que hoy, en forma de libro, ofrezco al público.


Madrid, Febrero de 1907.