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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

filipinos, los reformistas, los amantes del progreso, no podían perdonarle lo que había hecho con Rizal y algunos otros, pero señaladamente con Rizal: de suerte que teniendo Despujol la consideración que inspira una rectitud moral acrisolada, no tenía, sin embargo, las simpatías de los elementos de mayor influjo en la Colonia. Había pecado además de cierto pedantesco exclusivismo, de creerse en plena posesión de toda inspiración, para hacer por sí, sin el auxilio de nadie, todo cuanto era necesario al logro de la prosperidad de Filipinas. Maura le pidió la dimisión. Despujol se negó á darla: creía, en conciencia, que desempeñaba el cargo con todas las de la ley, y así podía el Gobierno, si lo estimaba conveniente, relevarle; pero él no dimitía. Y el Gobierno le destituyó con cierto estrépito. Para sustituirle nombró al teniente general D. Ramón Blanco y Erenas.

Blanco conocía ya el país; decíase de él que había sido masón en su juventud[1], y por su carácter aplomado, temperamento liberal y otras razones, su nombramiento fué acogido con cierta satisfacción por los filipinos reformistas. Pero, después de todo, el remedio supremo que éstos anhelaban no estaba en las manos de la Suprema autoridad colonial, sino en las del Gobierno metropolítico: ¿qué importaba


    nos.» —Dió crédito á este aviso el general Despujol, que obrando de muy distinta manera que tantos de sus antecesores, había visto tranquilamente llegar el día de la degollación y del levantamiento, sin acordar el destierro de aquellos filipinos, cuyo delito consiste en no estar conformes con la indebida preponderancia que allí ejercen las Ordenes religiosas.
    »El general Despujol recapacitó el caso; preguntóse á guisa de criminalista: qui prodets?, y lanzó la policía y los juzgados contra los conventos. Provistos de los correspondientes autos judiciales, se procedió el día 9 de Octubre al registro de la imprenta del Asilo de Huérfanos á cargo de los padres agustinos en Malabón; el día 10 al de las establecidas en Guadalupe, y el día 11 á la del convento de los mismos agustinos, sito en Manila. El resultado de estos registros sólo lo conocen el Juez que los practicó y el general Despujol. Mas todo Filipinas asegura que en la primera de dichas imprentas halláronse 2.700 ejemplares de hojas volantes ya impresos, los moldes con que se imprimieron y el original ó manuscritos que sirvió para componerlos.
    »Tendré la honra de dar a conocer dentro de pocos días un ejemplar de estas hojas; mas en tanto, ¿por qué no reconocer que los padres agustinos cayeron en el garlito? De hoy más cesará la publicación de hojas anónimas y clandestinas anunciando desastres y degollinas, puesto que el juego está descubierto.
    »De hoy más, y esto es para mí interesantísimo, no se volverá á hablar de filibusterismo filipino, pues que aparece evidente que no hay más filibusteros que los inventados por los que necesitan valerse de todo género de infamias para continuar ejerciendo una autoridad que no les compete. Los registros de las imprentas de los padres agustinos han sido, pues, decisivos…», etcétera. (Véase además la nota 322.)

  1. Inexactamente: Blanco no fué nunca masón; así se lo aseguró al que traza estos renglones. — Véase el folleto de D. Nicolás M. Serrano, Dos palabras de justicia debidas al general Blanco. Madrid, 1897.