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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

Aunque Rizal no tenía obligación de presentarse más que una vez por semana, solía hacerlo diariamente, de ordinario alrededor de las doce, después de terminar sus visitas profesionales. Prestaba servicios facultativos á cuantas personas lo solicitaban, sin cobrar á nadie. No era extraño, por tanto, que le adorasen en el pueblo. Pero, no sólo por su bondad para todo el mundo, sino por otras varias razones. Era Rizal un naturalista inteligente y entusiasta[1], y se perecía por la formación de colecciones zoológicas, principalmente de mariposas, insectos raros, moluscos curiosos, etc. Con tales fines, hizo, primero, solo, algunas excursiones; después no tardó en llevar consigo á algunos chicos, á quienes adiestró en el arte de cazar, y sobre todo en la ciencia de distinguir lo vulgar de lo estimable; y últimamente, Rizal apenas salía con el objeto indicado, porque los chicos le servían ya perfectamente. Así formó no pocas interesantes colecciones, que remitía á amigos suyos, sabios naturalistas extranjeros, que le pagaban en libros, medicinas é instrumentos científicos. De este modo, á tan poca costa, logró hacerse con una pequeña biblioteca y con numerosos instrumentos de cirugía, oftalmológicos principalmente.

Con Sitges, como había acontecido con D. Ricardo Carnicero, llegó á tener cierta intimidad; pero nunca Rizal rebasó un ápice los límites de lo justo: ni una vez siquiera dejó de considerarse «el deportado» y de ver en el Comandante político-militar al Jefe del distrito y á su jefe. Esclavo, en todo, de sus deberes, ni por casualidad se le pasó un día, de los solemnes, sin cumplimentar á la Autoridad: el santo ó el cumpleaños del Rey, el santo ó el cumpleaños de la Reina, etc., Rizal, con su mejor traje, era el primero que acudía á la Casa Real á ofrecer sus respetos al representante de S. M. en Dapitan; dando con ello un innegable testimonio de españolismo sincero, con lo cual se envanecía. Tan español era, que de tanto serlo se derivaba aquel su orgullo personal imponderable, sin límites: él no quería ser menos español que el que más lo fuese. Por eso precisamente, por ser tan español, se le juzgaba «filibustero». (Nuestra política colonial triunfante no toleraba que un indio tuviese toda la dignidad propia de un español verdaderamente digno.) En lo que toca á su corrección social, así como en lo referente al trato intimo, los Sres. Carnicero y Sitges convienen de común acuerdo en que Rizal era el prototipo del hombre irreprochable; la afabilidad de su carácter, la urbanidad de sus maneras, la cortesía de su palabra, hacían de Rizal un cumplidísimo caballero, y era muy difícil no simpatizar con él. Tenía muy vivo in-


  1. Sobre las colecciones zoológicas formadas por Rizal durante su permanencia en el destierro, es sumamente curioso el artículo de Mc-Yoar, inserto en El Renacimiento, de Manila, del 12 de Mayo de 1906.