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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

resarcir á éstos, ya que no brindándoles una fortuna, brindándoles siquiera pasadero bienestar en plena paz, habíase transformado considerablemente, y acaba por vérsele un hombre del todo al todo distinto del que vimos desembarcar en Manila á mediados de 1892. Y, sin embargo, los radicales no se daban por enterados de la transformación del Ídolo, evocándolo en cuantos planes tramaban. Tenían ya en el Japón una delegación encargada de gestionar el apoyo de esta potencia, y creían verle allí, dirigiendo los trabajos[1].

¡Pero qué lejos se hallaba Rizal de complacer á sus admiradores!… Á últimos de 1895, Rizal solicitó en toda regla trasladarse á Cuba, en calidad de médico voluntario, y al servicio de las tropas españolas que luchaban contra los insurrectos de la Gran Antilla. ¿Dónde está el revolucionario filipino? ¿Dónde el filibustero furibundo? ¿Qué antiespañol era éste que optaba por irse á Cuba á jugarse la vida en defensa de la bandera española? ¿Y qué patriota filipino el que solicitaba abandonar su patria cuando se avecinaba la revolución que podía modificar la faz moral de esa patria tan amada?… Al llegar á este punto, tenemos que decir los peninsulares á los insulares: «Rizal no es vuestro, sino nuestro; Rizal es un español, y no así como se quiera, sino de los que ofrecen espontáneamente su existencia en servicio de la patria grande; prefiere la causa de España en Cuba á la causa de Filipinas en Filipinas; del nacionalista de 1892, acaso quede la esencia, allá en el fondo de su corazón; pero fijaos bien: en momentos los más críticos, Rizal os abandona á vuestra suerte; se va; y se va á Cuba á jugarse la vida por España.» — Blanco trasladó al Gobierno de Madrid la pretensión de Rizal, apoyándola resueltamente, pues que, de realizarse, Blanco veía en ella un efecto político de transcendencia en las Islas: Blanco pensaba: «¿Qué van á decir los filipinos cuando vean á su Ídolo, no sólo al servicio de España, sino que lo efectúa con la insignificante categoría de médico segundo provisional?» — Pero el Gobierno de la metrópoli estaba preocupado con mil asuntos graves,


  1. Buena cuenta nos hubiera traído aliarnos con el Japón, de lo que hubo cierta tentativa. Después del brillante triunfo del Japón sobre China, aquella potencia inspiró serios temores; y con gran acierto proclamó Moret desde la tribuna del Ateneo, en la conferencia que dió el 4 de Enero de 1895, que ante el problema japonés, la dominación española en Filipinas, bajo el régimen que hasta aquí se sigue, ha concluído. — Por su parte, La Solidaridad había dicho poco tiempo antes: «Con los filipinos, con la adhesión entusiasta de los filipinos, la bandera española es inexpugnable en Filipinas. Contra los filipinos, sin el apoyo de su sincera adhesión, las armas españolas de aquellos mares, visiblemente ineficaces para contrarrestar el empuje de los moros de Mindanao, ¡qué han de representar ante el empuje de una alianza tan colosal como la de China y Japón!» (de la cual se hablaba entonces). —La Solidaridad, en su número del 30 de Septiembre de 1894.