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W. E. RETANA

sus declaraciones mintieron, sí, mintieron, en la convicción de que encartando á Rizal (como encartaron á los sujetos más calificados de Manila, entre ellos don Pedro Roxas), podían salvar la piel; amalgamaron la Liga con la Masonería, éstas con la Propaganda y los Compromisarios, y todo ello lo refundieron en el Katipunan, cuando lo cierto es que todas estas Asociaciones nacieron con entera independencia, tenían distintos fines y aisladas unas de otras se desarrollaron. Una serie de careos entre Rizal y los que le complicaron en el gran proceso, hubiera sido eficacísima; pero el Juez instructor, convencido por lo visto de la culpabilidad de Rizal, el mismo día 11 extendió una diligencia en la que dijo: «se omiten los careos del procesado y los testigos por considerarlos de ningún resultado para la comprobación del delito, por encontrarse éste convencimiento probado».

Hase dicho que Rizal envolvió en una exagerada vaguedad las respuestas que dió á las preguntas que le había dirigido el juez don Francisco Olive; que sistemáticamente lo negó todo; que apenas conocía á nadie; sin caer en la cuenta, los que de tal suerte han discurrido, que la intervención personal de Rizal en las cosas de su país fué, y así tuvo que ser, verdaderamente insignificante. Salió (en 1882) á los veintiún años de Manila para Barcelona: hasta entonces no había sido otra cosa que escolar. Vuelve á Filipinas en 1887, y apenas se movió de su pueblo, y casi todo el tiempo que permaneció en la Colonia tuvo de inseparable al teniente de la guardia civil D. José Taviel de Andrade. Puede decirse que trató á contadísimas personas, y que no hizo más política que la relacionada con los asuntos de Calamba. Sale otra vez de su país (3 de Febrero de 1888) y no vuelve hasta últimos de Junio de 1892, para ser deportado á Mindanao á los pocos días. ¿Qué tiempo tuvo para contraer nuevas amistades? En Mindanao estuvo cuatro años, durante los cuales, sobre no haber escrito ni una sola carta política, apenas vió á otras personas, extrañas á la localidad, que á las de su familia y á las Autoridades. Los que fueron con ánimo de hablarle de política, ¿qué acogida tuvieron? Recuérdese que á Pablo Mercado lo echó de su casa y lo denunció; y recuérdese, por último, lo que contestó á D. Pío Valenzuela, que fué á consultarle sobre los propósitos revolucionarios que abrigaba el Katipunan.Rizal, dígase de una vez, desde los veintiún años hasta los treinta y cinco, que contaba cuando le procesaron, apenas había estado en Luzón, y bien puede asegurarse que apenas trabó amistad con otros filipinos que los muy contados que en Europa le habían inspirado confianza. Á pesar de lo cual, todos sus compatriotas le conocían de nombre y le adoraban, porque no en vano había en sus libros expuesto públicamente las aspiraciones del pueblo filipino.