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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

turo el alzamiento en armas, se exime de toda responsabilidad, sin comprender que en delitos de esta especie, que tienen por base la agitación de las pasiones populares en contra de los poderes públicos, el principal culpable es el que despierta sentimientos dormidos[1] y halaga esperanzas para el porvenir, ya que esta clase de movimientos insurreccionales, si se sabe siempre cómo empiezan, es imposible prever los resultados finales, y mucho menos pretender detener su marcha una vez comenzados. La Historia está llena de ejemplos semejantes, y si volvemos la vista al no muy lejano período de la Revolución Francesa, podremos observar que los principales hombres que la habían dado vida perecieron arrastrados por la misma, al pretender moderar su avasallador influjo. ¿Fueron por eso menos culpables? Seguramente que no.

»Las exculpaciones y disculpas dadas por Rizal para rehuir el castigo, encarnan, por cierto, mal en el que pretende ser el apóstol y redentor del pueblo filipino, que si tuvo alientos para conspirar contra la Patria [contra el régimen opresor de España], alientos y corazón debía tener para sostener sus actos[2], ya que esas disculpas no pueden amenguar en nada las responsabilidades á que se ha hecho acreedor, porque su deber de español y de hombre honrado era el de haber puesto en conocimiento de las Autoridades cuanto se proyectaba[3], y hasta ayudar con su persona y prestigio entre sus paisanos los trabajos de aquéllas[4]. ¿No lo hizo así, sino por el contrario continuó [?] en su obra de propaganda filibustera [pidiendo ir á la guerra de Cuba como voluntario], esperando un momento propicio para asegurar el éxito [?] del levantamiento, y éste se le adelantó? Pues D. José Rizal es un promovedor del delito de rebelión, y debe sufrir la pena que para el mismo señala el Código.

»No se puede menos, señores del Consejo, que ver en Rizal el alma


  1. ¿Dormidos los sentimientos del Katipunan? Despiertos y muy despiertos, y precisamente Rizal, con sus palabras, no persiguió otra cosa que adormecerlos, infundiéndoles, por vía de consolación, esperanza en el porvenir, no para separarse de España, que es lo que no les cabe en la cabeza á ciertos críticos, sino para el logro de las reformas que el país anhelaba, para sacudirse el yugo frailesco que le oprimía.
  2. ¿Cuáles? ¿Por ventura no redactó un manifiesto en el que exponía la esencia de su pensamiento? Y qué pasó? Que no salió á luz porque el dictamen del Auditor general vino á decir en plata que era un documento audaz, filibustero. Es que el Teniente auditor quiere llamar cobarde á Rizal? ¡También se lo llamó Bonifacio! Son los dos únicos votos que conocemos en pro de la cobardía de Rizal.
  3. Algo dio á entender sobre el particular en Dapitan. Pero Rizal no podía ser delator, por razones que lo honraban. —V. la pág. 343.
  4. Esto sólo podía hacerlo oportunamente, y lo hizo. Sólo que su manifiesto no gustó al Auditor general, D. Nicolás de la Peña.
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