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W. E. RETANA

daba, sin encontrar nada desagradable. Pronto notaron sus maestros, entre ellos los PP. Cándido Bech y Francisco Sánchez, que Rizal era una inteligencia nada vulgar, equilibrada por un fondo moral perfecto.»

Todo esto lo confirman los propios jesuítas, autores anónimos de una serie de artículos publicados con el titulo Rizal y su obra[1], de quien son estas palabras: «Estudió [Rizal, en el Ateneo Municipal] primera y segunda enseñanza, hasta obtener, por los años de 1877 á 1878, el grado de bachiller en artes, con tan brillante hoja de estudios, que las notas de sobresaliente se cuentan en ella por asignaturas. Ganó en debida oposición la mayor parte de los premios de sus clases, de las que fué siempre el primero; siendo un niño excelente en sentimientos religiosos, costumbres y aplicación, con aprovechamiento digno de su privilegiado talento. Por todo ello, y por la buena conducta que constantemente observó durante su permanencia en el Ateneo Municipal, mereció ser admitido en la Congregación Mariana del mismo, en la que por gradación ocupó todos los cargos hasta llegar al de secretario; siendo también celador del Apostolado de la Oración»[2].

Si la injusticia de lo que había visto en su pueblo le preocupaba, preocupóle tanto ó más el problema racista que existía en su país: corría allí como la cosa más natural del mundo que el hombre blanco era superior al hombre de color, y Rizal se dedicó desde muy niño á estudiar esto, que se le antojaba otra injusticia. Puede decirse que conocemos íntegramente su pensamiento, porque el sabio profesor F. Blumentritt, depositario que fué de todos los secretos de Rizal, lo ha revelado en el curioso artículo que en los Archivos Internaciona-


  1. En la revista, que ya no vive, La Juventud, de Barcelona. Esta serie de artículos se halla comprendida en los tres primeros números de 1897. Después hízose de ella un folleto, que corre con el antetítulo La Masonización en Filipinas (Barcelona, 1897, de 50 págs. en junto). Nueva edición de este opúsculo hállase en el tomo IV de mi Archivo del Bibliófilo. — Aunque el trabajo es anónimo, nadie ha puesto en duda que lo escribiera casi todo el P. Pablo Pastells; los artículos finales, que llevan el epígrafe «Ultimos momentos de Rizal», fueron redactados por uno de los jesuítas que le asistieron en vísperas de su muerte; de ellos damos amplio extracto en el lugar oportuno.
  2. Esta noticia la amplía el P. Pastells en carta particular fechada en Barcelona, 6 de Enero de 1897, y dirigida al autor de estos renglones. — «En 1875 (dice el P. Pastells) era yo Director de la Congregación de la Virgen, en el Ateneo Municipal de Manila, cuando fué nombrado Rizal Prefecto de ella; y le aseguro à Vd. que merecía el cargo, por su ejemplarísima conducta, por su aplicación constante y aprovechamiento extraordinario en virtud y en letras.» — En este respecto no hay una prueba en contrario: todas son alabanzas para el niño Rizal.