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W. E. RETANA

Pero esta vez, dice La Solidaridad[1], «se unificaron los premios, concediendo uno solo para peninsulares é indígenas. Y el primero se le concedió al Sr. Rizal, indio de raza, por su composición literaria [en prosa] El Consejo de los Dioses. Y el Jurado lo componían peninsulares. Y dieron el segundo premio á un peninsular, al señor D. N. del Puzo, colaborador notable del Diario de Manila. Y tomaron parte en el certamen no pocos periodistas peninsulares, y señores frailes caracterizados, peninsulares también». El trabajo se publicó, sin firma, en la Revista del Liceo, y al reproducirlo La Solidaridad en 1893, dijo[2]: «Al calificar de hermoso este trabajo de nuestro amigo querido, no nos inspira tan sólo nuestros propios juicios é impresiones; el Jurado de aquel certamen ha declarado que «la idea y el argumento de la obrita son de gran originalidad, á lo que debe añadirse la circunstancia de brillar en toda ella un estilo correcto hasta lo sumo, una admirable riqueza de detalles, delicadeza de pensamiento y figuras, y, por fin, un sabor tan helénico que se figura el lector encontrarse saboreando algún delicioso pasaje de Homero, que con tanta frecuencia nos describe en sus obras las olímpicas sesiones.» — El premio consistió «en un anillo de oro con el busto del Príncipe de los Ingenios españoles»[3]. El Consejo de los Dioses es, en efecto, una delicada «alegoría», en la cual se establece un paralelo entre Homero, Virgilio y Cervantes: los dioses discuten con viveza acerca de los méritos de cada uno de los tres mencionados escritores, y la «alegoría» termina con estos elocuentes párrafos:

(Después de haber pesado en la balanza de la Justicia el Quijote , la Eneida y la Iliada:) … «Júpiter, con voz solemne, pronunció las siguientes palabras:

—Dioses y diosas: la Justicia Ios cree iguales [á los Antores]; doblad, pues, la frente, y demos á Homero la trompa, á Virgilio la lira y á Cervantes el lauro; mientras que la Fama publicará por el mundo la sentencia del Destino, y el cantor Apolo entonará un himno al nuevo astro, que desde hoy brillará en el cielo de la gloria y ocupará un asiento en el templo de la Inmortalidad.

Apolo, pues, pulsando la lira, á cuyo sonido se iluminó el Olimpo, entonó el himno de gloria que resonó en aquellas alturas: —«¡Salve, oh, tú, el más grande de los hombres, hijo predilecto de las Musas, foco de intensa luz que alumbrara á los mundos; salve! ¡Loor á tu nombre, hermosa lumbrera en cuyo derredor girarán en lo futuro mil


  1. Número 59: Madrid, 15 de Julio de 1891.
  2. Número 102: Madrid, 30 de Abril de 1893.
  3. Rizal, semanario citado: número del 16 de Octubre de 1899.