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W. E. RETANA
Y la tierra aterida,
Á mi voz conmovida,
Temblará con atroz sacudimiento,
Y á cada movimiento
El rico suelo amargará, y la vida.
¡Ay!, ¡ay! ¡Cuánto quebranto!
¡Cuánto gemir inútil!, ¡cuánto llanto
Oiré yo entonces sin que sienta el pecho
El duelo de la gente,
Que con gozo insolente
Reir los miro con mortal despecho!
Leónido. ¡Mentira! ¡Nada puedes! ¡Te conjuro,
En nombre del Señor que el alma adora,
Á decirme quién eres!
Ángel, ó genio impuro,
Que seducirme quieres,
¡Aparta el antifaz que desfigura
Tu primitiva é infernal figura!
Satán. ¡Pues bien! ¡Heme ya aquí!
Y advierte y nota
Que soy Satán, el ángel que esplendente
(En traje de diablo)
Se sentaba en un trono
En época remota,
Rayos de luz lanzando de su frente.
Yo soy aquel que con feroz encono
Luché contra el tirano;
Después, vencido en mi fatal derrota,
Arrastré á vuestros padres á la muerte;
Mas hoy, si del cristiano
La fe divina me venció en mi furia,
De tan mortal injuria
Me vengaré, y de ti; yo soy el fuerte;
Y si no quieres que mueras,
¡Ríndete á mis pies!
Leónido.  ¡Oh! ¡Nunca!
Satán. ¿Ves mi poder y mi fuerza?
Los espíritus potentes
Que en el Universo reinan,
Obedecen á mi voz:
Sigue mi ínclita bandera;
Óyeme, pues: si humildoso
Abjuras tu nueva secta,
Y arrepentido á mis aras
Con grato fervor te llegas,
Yo te haré feliz, dichoso,