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W. E. RETANA

como se suele decir, y burlarse del muchacho; y si es corto, se complace en ponerle en evidencia. Además, el catedrático comete la iniquidad de plantar falta de asistencia al que entra en clase después de haber sido nombrado al pasar lista, aunque la lectura de la lista no estuviera concluida; y porque sólo la pasaba de tiempo en cuando, al que faltaba un día le plantaba cinco faltas de asistencia.… En fin, un catedrático arbitrario, soez, malentrañado, y por contera que no sabía enseñar, pues la Física la explicaba sin instrumentos. Estos sólo servían para embaucar á los visitantes más ó menos profanos, españoles y extranjeros, á quien se hacía creer que, por lo mismo que los gabinetes de la Universidad estaban abarrotados, resultaban de gran provecho á los alumnos. Aun descartando la nota de la pasión, el cuadro trazado por Rizal es ciertamente notable.

Sobre otros pormenores de aquel centro de enseñanza, es también muy expresivo el trabajo (que no llegó á concluir) de José María Pang̃aniban (Jomapa), publicado en La Solidaridad. Á los discípulos predilectos, que solían ser los españoles, los aprobaban aunque no supiesen el a b c de la asignatura; en cambio eran crueles con muchos filipinos, mayormente aquellos que por su carácter no daban señales de someterse servilmente á las genialidades frailescas. Jamás los dominicos quisieron convencerse de una gran verdad: que no podían tener el afecto de los filipinos mientras éstos fueran (y lo fueron siempre) tratados sin ningún género de consideraciones, tuteados como «batas» ó lacayos. Religiosos son también los jesuitas, y los filipinos les tienen aprecio, sencillamente porque los jesuítas siguieron siempre la norma de tratar á sus discípulos con la consideración debida, y desde luego sin enterarse de cuál era el color de la piel de cada uno.

Pero como mejor puede juzgarse de lo que era aquella Universidad eminentemente Pontificia, es presentando una simple enumeración de los temas de los discursos de apertura de curso. Cierto que en las Facultades de Derecho, de Medicina y de Farmacia había profesores seglares, algunos de mérito indiscutible; sin embargo, el discurso oficial habíanlo monopolizado para si los dominicos; y basta esa simple enumeración de temas, para juzgar de la extensión de las ideas que aquellos buenos frailes propagaban[1]; hela aquí:


Fonesca (Fr. Joaquín). Discurso… Manila, 1868. Tema: «La idea del Yo; la idea de Dios; la idea del Mundo». (Criterio, tomista.)


  1. La lista no es completa, porque no hemos tenido la suerte de hallar todos los Discursos; pero observe el lector que faltan muy pocos para que la sea. La serie dió comienzo en 1866.