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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

rales y clericales; vió, por el contrario, que republicanos y carlistas se unían muchas veces para conseguir algún ideal político. Al observar todo esto, un sentimiento de amargura le embargó al comparar la diferencia que existía entre la ilimitada libertad de la madre-patria y el absolutismo teocrático de su país. Estudió entonces los diferentes partidos de España, y este estudio no le condujo sin embargo á formar mejor idea de los europeos. Encontró que, en verdad, todos los partidos tenían hermosos programas; pero observó que si bien en estos partidos se trabajaba á impulsos de las mejores ideas, á la mayoría en cambio no les guiaba más mira que la del egoísmo. La masa del pueblo vió que, ó era indiferente, ó era manejada por cualquier cacique; que de cién europeos, noventa y nueve creen sin ninguna crítica lo que el periódico que leen les comunica; todo, sin detenerse á analizarlo, lo encuentran bueno; en fin, que en esta masa observó una gran analogía con el modo de ser de sus tagalos.»

Hasta entonces (por los años de 1884) nada había publicado en España, que se sepa. En cambio estaba en comunicación con algunos de sus amigos de Filipinas; los parientes de Rizal mostraban á los más íntimos las cartas del estudiante, y del efecto que éstas causaran da buena idea Antonio Luna en el siguiente sincero párrafo[1]:

«Para nosotros, estudiantes de quince á veinte años, en Filipinas en 1884, que resultábamos cobardes é hipócritas, como si fuera un crimen el amor á la patria, nos parecía Rizal como hombre extraordinario que allá, en lontananza, sobre el pedestal labrado por su actividad, nos enseñaba el camino del progreso. Vientos de fraternidad, como á las hojas el huracán, nos llevaba, de tarde en tarde, trozos de su pluma, y los leíamos con admiración, los escuchábamos con sagrado recogimiento, asimilándonos aquellos conceptos, pesando los pensamientos, entusiasmándonos fácilmente, porque también entre nosotros un eco había que, aunque tímido, respondía á su voz.»

Sin duda había nacido para apóstol; pruébalo el que lo fué desde muy joven.


II


Para conocer á un hombre, nada tan eficaz como la lectura de aquello que escribió exclusivamente para sí, porque lleva consigo el sello precioso de la espontaneidad. No son muchas las confidencias del alma que en su diario hace; pero hay algunas. Rizal era, por


  1. Fragmento de un capitulo de Hojas íntimas, de Taga-Ilog (Antonio Luna), publicado en La Solidaridad: Madrid, 31 de Octubre de 1891.