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Acta de Pío XI\259

y, por otra parte, es necesario influir sobre toda la producción cinematográfica para que no cause daño a los fines religiosos, morales y sociales; por esto es necesario que los pastores de almas dediquen sus cuidados a todas las películas que en todas partes se ofrecen al pueblo cristiano.

Exhortamos a los obispos de todos los países donde se producen películas, pero de manera especial a vosotros, para que influyáis paternalmente sobre aquellos católicos que tienen una participación en esta industria. Que piensen seriamente en sus deberes y en las responsabilidades que tienen como hijos de la Iglesia al usar de su influencia y de su autoridad para que las películas que ellos producen o aquellas en cuya producción cooperen, sean conformes a los principios de la sana moralidad. No pocos son los católicos que, bien como realizadores, directores, autores o actores, intervienen en las películas, y, sin embargo, es doloroso que su intervención no haya estado siempre de acuerdo con su fe y con sus ideales. Vosotros, Venerables Hermanos, haréis bien en amonestarles para que su profesión esté en consonancia con su conciencia de hombres respetables y de seguidores de Jesucristo.

En este, como en cualquier otro campo del apostolado, los pastores de almas encontrarán ciertamente cooperadores óptimos en aquellos que militan en las filas de la Acción Católica, a los que no podemos dejar de dirigir en esta carta repetidamente un cálido llamamiento, para que os presten toda su ayuda y su laboriosidad sin cansarse ni disminuirla nunca.

Será muy oportuno también que los sagrados Pastores recuerden a las empresas cinematográficas que ellos, entre los cuidados de su ministerio pastoral, deben preocuparse de toda forma de recreación honesta y sana, porque están obligados a responder delante de Dios de la moralidad de su pueblo, incluso cuando se divierte. Su sagrado ministerio les obliga a avisar, clara y abiertamente, cuando una diversión malsana e impura destruye las fibras morales de una nación.