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Acta de Pio XI

finalmente, la película se ha convertido en la forma de entretenimiento más popular que se ofrece para los momentos de ocio, no sólo para los ricos, sino a todas las clases de la sociedad.

Por otro lado, hoy no hay otro medio más potente que el cine para ejercer su influencia sobre las masas, tanto por la misma naturaleza de las imágenes proyectadas en la pantalla, como por la facilidad que suponen para el descanso, por la popularidad del cine y por circunstancias que lo rodean.

El poder del cine radica en el hecho de que se habla a través de imágenes, que con gran placer y sin fatiga, se muestra en las mentes, también de aquellos rudos e incultos, que no tendrían la capacidad o la voluntad de hacer el esfuerzo de abstracción y la deducción, que exige el razonamiento. Pues leer, o escuchar, requiere un esfuerzo, que en la visión cinematográfica se sustituye por el placer de la sucesión continua de imágenes concretas y, por así decirlo, vivas. En las imágenes que hablan este poder se fortalece, porque la comprensión de los hechos se hace más fácil y el encanto de la música, está conectado con el espectáculo.

Por desgracia, además, las escenas de bailes, que llaman «variedades», que a veces se introducen en los interludios, aumentan la excitación de las pasiones.

Por esto las películas son como escuelas que, más que un razonamiento abstracto, pueden enseñar para el bien o para el mal a la mayoría de los hombres. Es necesario, pues conducirla a los saludables propósitos de una conciencia cristaina, y liberarla de su efectos desmoralizadores y de depravación.

Todo el mundo sabe el daño que pueden causar al alma las películas: se convierten en ocasiones de pecado, seducen a los jóvenes en los caminos del mal, por la glorificación de las pasiones;