Política de Dios, gobierno de Cristo: 089
Pág. 089 de 389
|
Política de Dios, gobierno de Cristo | Francisco de Quevedo |
---|
Esta doctrina referida no la aprobarán los poderosos que hacen su caudal de la persecución, desamparando los buenos. En el propio capítulo, admirado de esta acción (no pareciéndole digna del embelesamiento que llaman severidad en los monarcas), le preguntó un príncipe (así le nombra el Evangelio): «Buen Maestro, ¿qué haré yo para tener la vida eterna?». Respondió Cristo: «¿Por qué me llamas bueno?». Entendió que Cristo oiría lisonjas de tan buena gana como él. Y no habiendo Cristo rehusado adoración, caricia, regalo ni alabanza de la Magdalena, de la vieja que bendijo los pechos que mamó, el Hosanna in excelsis del pueblo, ni la confesión de San Pedro: ésta sola rehusó y despreció y reprendió, a mi parecer, porque no preguntó con deseo de aprovecharse, sino con envidia. Pues luego que oyó decir a Cristo que dejasen venir los niños a él, y que de los semejantes era el reino de Dios, le pareció que se hacía agravio a los ricos, y preguntó qué haría él para entrar en el reino de Dios; y respondiole, después de otras advertencias, que diese lo que tenía a los pobres, que fue decir lo que había dicho, que se hiciese pobre y entraría. |