Primer artículo de LA ESPERANZA sobre las declaraciones del marqués de Molins acerca de los periódicos monárquicos

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 Poco tenemos que decir sobre la sesion de anteayer del Senado, aunque digamos algo sobre el discurso que en esa sesion pronunció el señor marques de Molins, ó mas bien sobre el señor marques de Molins con motivo de su discurso. Contra lo que nosotros esperábamos y debia esperarse, el señor duque de Tetuan no levantó nada el debate en su peroracion del sábado; mas prosaico, mas personal aun que el Sr. D. Fernando Calderon Collantes, y sin tener, como este señor, facultades oratorias que dieran alguna belleza á la forma, ya que el fondo se arrastrara por los suelos, el duque de Tetuan, sin que llegara á complacer á sus amigos ni pudiera interesar á los indiferentes, dio ocasion á sus adversarios los Sres. Vaamonde y Permanyer para que le acusaran, el primero, de un personalismo inaudito, y el segundo, de ocuparse de política menuda, de política de café y corrillo, haciéndose órgano ó eco de chismecillos. Dejemos, pues, esos discursos, y atengámonos al del marques de Molins, que inauguró la sesion interesando á senadores y espectadores.

 El señor marques de Molins es una persona religiosa, es un buen católico y es un buen literato, y el señor marques de Molins, como católico y literato, cuando perora, no solo lo hace con brillantes formas, sino también con buenas ideas. Pero el señor marques de Molins ha sido hombre político, ha pertenecido á la escuela moderada, no quiere romper por completo con esa escuela, y no pudiendo tampoco seguir con ella, condena la política general, sin advertir que confunde á los inocentes con los culpables. En su discurso del sábado, por ejemplo, al hablarnos de la situacion del mundo en general y de la España en particular, al señalarnos la inmoral y disolvente conducta de los hombres que hacen de su mismo hogar doméstico un foco de difamacion y sátiras contra la autoridad religiosa, política y civil, con grave daño del gran principio de autoridad, sin el cual ninguna sociedad, ni aun la doméstica, puede existir, el señor marques de Molins se mostró observador sagaz, filósofo de buen género; y del mismo modo cuando el señor marques de Molins nos contó sus pecados liberales, arrepintiéndose francamente de ellos; cuando describió con vivos colores el estado de fraccionamiento y division de los partidos moderado, progresista y democrático, estuvo noble, elocuente, se manifestó justo. Mas cuando el señor marques de Molins, por disculpar sin duda la conducta de esos partidos políticos, mezcló entre ellos a la comunion monárquica; cuando pretendió hacer una misma cosa y deducir unas mismas consecuencias de las cuestiones que han podido surgir entre los diarios monárquicos y las declaradas ó latentes que siempre existen entre los liberales, condenando así á la política en general y no á una política determinada, el señor marques de Molins no estuvo á la altura de su corazon y de su criterio, el señor marques de Molins se mostró poco observador y poco lógico.

 Entre los diarios religiosos ha habida cuestiones, y esto nosotros no lo negamos ni, por desgracia, lo podemos negar; pero ¿cuántas? pero ¿sobre qué han surgido y á qué se han reducido esas cuestiones? pero ¿qué comparacion puede hacerse ó puede admitirse ni por el número ni por la calidad, entre esas cuestiones de los diarios religiosos y las de los diarios liberales? Sobre esto debia haber pensado el señor marques de Molius para evitar errores. En los veinte años de existencia que cuenta La Esperanza, viviendo un día con El Conciliador, otro con El Pensamiento de la Nación, otro con La Estrella, con La Fe ó El Trono, largos años con El Católico, estos últimos con El Pensamiento Español y La Regeneración, las cuestiones que han surgido entre todos esos periódicos pueden ser contadas, no han llegado á una docena, y todas, absolutamente todas esas cuestiones han sida incidentales ó personales, nunca esenciales, no ha habido cuestion ninguna de principios entre las pocas de apreciacion y conducta que entre ellos han podido surgir.

 Esos periódicos han defendido y defienden todos el principio católico, el principio monárquico, el principio de la tradición. Católicos ante todo y sobre todo, monárquicos porque la monarquía, su monarquía, ha salido del principio católico y ha demostrado ser la menos imperfecta de las formas de gobierno; tradicionalistas en cuanto la tradicion robustece el principio católico y el monárquico, y en cuanto sin tradicion apenas pueden existir las sociedades, esos periódicos nunca han discutido sobre ninguno de esos puntos: los aceptan, los proclaman, los defienden todos, y, cuando mas, sus cuestiones, raras y que duran poco, recaen sobre el mejor ó peor modo de proclamarlos y defenderlos, sobre la importancia ó interés personal de los hombres que los defienden. En la misma polémica de La Regeneracion y La Esperanza que citó el señor marques de Molins, no pudo ver otra cosa, porque no hubo otra cosa; se discutió la personalidad do D. Miguel Sánchez y la personalidad de D. Pedro de la Hoz, la conducta de uno y otro, no el principio católico, no el principio monárquico, no el principio tradicionalista, que, al contrario, admitidos por los polemistas, era la norma á que uno y otro se atenían para juzgar de sus respectivas apreciaciones principalmente en una cuestion de política estranjera. ¿Pretende acaso el señor marques de Molins que entre los hombres religiosos y monárquicos no haya pleitos, ni diferencias de apreciacion, ni intereses personales contrapuestos, ni errores de inteligencia, ni envidias, ni amor propio? De desear seria que no hubiera nada de eso; pero los hombres religiosos son hombres y como hombres tienen que conducirse, y el que entre ellos existan esos pleitos ó luchas de intereses, etc., nada significa en cuanto á las doctrinas. Ni ¿qué tiene que ver eso con lo que sucede entre los liberales, entre esos moderados que un dia están por la autoridad, otro por la libertad y otro por amalgamar la autoridad con la libertad; entre esos progresistas que no saben si son monárquicos ó republicanos; entre esos demócratas de los que unos dicen que rechazan el comunismo, hacia el cual tienden otros con todas sus fuerzas y con todos sus esfuerzos?

 No queremos decir mas al señor marques de Molins: para su corazon y su inteligencia sobra con lo que hemos dicho. Fuera de eso, sus definiciones del partido liberal, sus apreciaciones sobre eso partido son exactísimas: cuanto ha dicho del estado social á que esos partidos nos han traído, es también verdadero. ¡Pobre sociedad! Dividida, desgarrada, triturada, pulverizada, va faltándole hasta la fuerza galvánica que con esfuerzo la sostiene y la hace agitarse y bambolearse. Si el remedio no se aplica pronto, la sociedad se vendrá abajo, se hundirá por si misma sin lucha, sin convulsiones, recordándonos aquello de Aligieri:

  E caddi, come corpo morto cadde.

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