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Rafael (Lorenzo tr.)/CII

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Rafael: Páginas de los veinte años (1920)
de Alphonse de Lamartine
traducción de Félix Lorenzo
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Caí inanimado sobre la paja. No volví en mí hasta sentir en mi frente el frío glacial de la media noche. Todavía ardía la vela. Tenía la carta del médico convulsivamente estrujada entre los dedos. El paquete intacto había rodado por el suelo. Lo abrí con los labios, como si temiese profanar, rasgándolo con mis dedos, aquel mensaje celeste. Cayeron sobre mis rodillas varias largas cartas escritas de mano de Julia. Estaban colocadas por orden de fecha.

La primera decía:

"¡Rafael! ¡Oh mi Rafael! ¡Oh hermano mío! ¡Perdonad a vuestra hermana que os haya engañado tanto tiempo!... ¡Nunca espereé volver a veros en Saboya!... Sabía que mis días estaban contados y que no viviría hasta esa felicidad!... Cuando os dije: "¡Hasta la vista, Rafael!", a la puerta del jardín de Monceau, no me comprendisteis; pero me comprendió Dios. Yo quería decir: hasta que nos volvamos a ver, a amar, a bendecir en el cielo... ¡ Niño!... Pedí a Alain que os engañase también y me ayudase a haceros partir a París. Quería y debía ahorraros este desgarramiento tan de cerca, que se habría llevado un pedazo de vuestro corazón y todas vuestras fuerzas!... Y luego, ¿qué queréis?, perdonadme más, todo os lo digo:

no quería que me vieseis morir; quería que entre vos y yo hubiese un velo algún tiempo antes de la muerte... ¡Ah! ¡La muerte es tan fría!...

¡La siento, la veo, me da horror de mí misma!...

¡Rafael! Yo quería dejar en vuestros ojos una imagen de belleza que pudieseis siempre contemplar y adorar!... ¡Pero ahora, no partáis!...

No vayáis a esperarme a Saboya... Unos días más..., dos o tres acaso, y no tendréis que espe rarme en parte alguna. Yo estaré, Rafael, siempre y dondequiera que estéis vos..." Aquella carta estaba mojada de anchas gotas de llanto, que habían deslustrado y endurecido el papel.

Decía la otra, fechada un día después:

"A media noche del... ¡Rafael! Vuestras oraciones han hecho que descienda sobre mí la gracia del cielo, Ayer pensé en el árbol de la adoración, de Saint—Cloud, al pie del cual vi a Dios a través de vuestra alma. Pero hay uno más divino: ¡el árbol de la Cruz!... Me he abrazado a él... y de él no he de volver a separarme... ¡Oh, qué bien se está bajo esa sangre y esas lágrimas que nos lavan y nos perfuman!... Ayer llamé a un santo sacerdote, de quien Alain me había hablado. Es un anciano que lo sabe todo y RAFAEL 17 todo lo perdona... Le descubrí mi alma, y él derramó sobre ella la luz y la vida de Dios... ¡Oh, qué bueno es Dios, qué indulgente; cuán lleno de mansedumbre! ¡Qué poco le conocíamos! ¡El me permite que os ame, que seáis mi hermano, que ya sea en la tierra vuestra hermana, si vivo, y allá arriba vuestro ángel si muero!... ¡Oh Rafael! ¡Amémosle, puesto que El quería que nos amásemos como nos amamos!..." Debajo había una crucecita, y como la impresión de un beso en derredor.