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Rafael (Lorenzo tr.)/LXXX

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LXXIX
Rafael: Páginas de los veinte años (1920)
de Alphonse de Lamartine
traducción de Félix Lorenzo
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Algunas veces, de pronto, Julia lloraba con una tristeza extraña; era de verme condenado por aquella muerte siempre oculta, pero siempre interpuesta entre nosotros, a no ver en ella más que un fantasma de felicidad que se desvanecería en el momento en que yo quisiera estrecharle contra mi corazón. Gemía y se acusaba de haberme inspirado una pasión que jamás podría hacerme dichoso. "¡Oh, yo querría morir, morir pronto, morir joven y todavía amada!—me decía—. ¡Oh, morir, ya que no puedo ser para ti sino el objeto y la ilusión amarga del amor y la felicidad, el delirio y el suplicio a la vez! ¡Ah! ¡Es la más divina de las venturas y la más cruel de las condenaciones, confundidas en el mismo destino! ¡Que el amor me mate y que tú me sobrevivas para amar, después de mí, según tu naturaleza y tu corazón! Menos infeliz sería si muriese que viendo cómo vivo de tus penas y cómo te entrego a la perpetua muerte de tu juventud y de tu dicha!" "Oh blasfemia contra la suprema felicidad!—le respondí, poniendo mi mano temblorosa bajo sus ojos para que sus lágrimas cayesen en mis dedos. ¿Qué vil idea os habéis formado entonces del que Dios ha considerado digno de hablaros, de comprenderos y de amaros? ¿No hay más océanos de ternura en esta lágrima que cae ardiendo de vuestro corazón en mi mano, que yo bebo como la gota de sangre del suplicio divino de nuestra alma, que en los millares de deseos saciados y de voluptuosidades culpables en que sc encenagan los vulgares cariños que echáis de menos por mí? Os ha parecido alguna vez que yo deseara algo más que este sufrimiento común, que hace de nosotros dos víctimas voluntarias y puras? No es éste un holocausto de amor como tal vez desde Eloísa no se había ofrecido en espectáculo a los ángeles? ¿Me he quejado yo nunca al destino, ni aun en el delirio de mis horas solitarias, por haberme elevado, para vos y por vos, sobre la condición de los hombres? El me ha dado a amar en vos, no una mujer a quien se puede estrechar y marchitar entre brazos mortales, sino una encarnación impalpable y sagrada de la belleza inmaterial. El fuego celeste en que deliciosamente me abraso, ¿no consume todo el carbón de los vulgares deseos? ¿No me convierte todo entero en llama? Y esta llama, ¿no es tan pura y tan suave como los rayos de vuestra alma, que la han encendido y la alimentan eternamente para vuestros ojos? ¡Ah Julia; tened de vos una idea más digna de vos misma, y no lloréis por las penas que creéis infligirme! Yo no sufro. Mi vida es un continuo desbordamiento de felicidad, está llena sólo de vos; es una paz, un sueño que vos inspiráis. Me habéis transformado en otra naturaleza. ¿Sufrir yo? IAh, yo querría algunas veces sufrir, en efecto, para tener algo que ofrecer al destino en pago de lo que él me ha dado en vos, RAFAEL 14 aunque no fuese más que el sentimiento de una privación y la amargura de una lágrima! Porque sufrir por vos sería quizá la única cosa que pudiese añadir una gota a la copa de mi dicha.

Sufrir así, ¿es sufrir, o gozar? No; vivir así es morir, en verdad; ¡pero es morir unos años antes en esta miserable vida para vivir anticipadamente la vida del cielo!"