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Rafael (Lorenzo tr.)/XXVII

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Rafael: Páginas de los veinte años (1920)
de Alphonse de Lamartine
traducción de Félix Lorenzo
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Aun llevamos cinco largas y cortas semanas esta íntima y deliciosa vida común; largas si me refiero a las innumerables palpitaciones de felicidad de nuestros corazones durante su transcurso; ¡cortas, si pienso en la rápida imperceptibilidad de las horas que las llenaron! Parecía que, por un milagro de la Providencia, que no se reproduce un año de cada diez, la estación, cómplice de nuestra dicha, estaba de acuerdo con nosotros para prolongarse. El mes de octubre todo entero, y una larga mitad del de noviembre, parecían una primavera resucitada en el invierno, que sólo las hojas se había dejado olvidadas en la tumba. Las brisas eran tibias; las aguas, azules; los abetos, verdes; las nubes, rosadas; los soles, brillantes. Los días eran cortos; pero las largas noches, junto al rescoldo de su chimenea, nos aproximaban más aún; nos hacían más exclusivamente presentes el uno al otro, impedían que nuestras miradas y nuestras almas se evaporasen en el resplandor de la naturaleza exterior. Los preferíamos a los largos días de verano. Nuestro esplendor estaba en nosotros mismos. Le sentíamos mejor confinándonos en nuestra morada durante la larga tiniebla de las tardes y las noches N T 1 de noviembre, al leve crujido de las primeras ráfagas de escarcha o nieve en los cristales, y oyendo el gemido del viento en otoño, viento lluvioso que parecía relegarnos a nuestro propio interior y gritarnos: "Daos prisa a decir todo lo que nunca se ha dicho en vuestros corazones, y todo lo que debe decirse antes que el hombre y la mujer mueran, porque yo soy la voz de los malos días que se acercan y que van a separaros."