Relación acerca de las antigüedades de los indios/27

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CAPITULO XXV

De las cosas que afirman haber dicho dos caciques principales de la isla Española; uno de ellos Cacivaquel, padre del mencionado Guarionel; el otro, Gamanacoal.

El gran Señor que dicen morar en el cielo, según está escrito en el principio de este libro, mandó Cacivaquel hacer el ayuno que observan comúnmente todos ellos, para lo que están recluídos cinco o seis días sin comer cosa alguna, excepto jugos de las hierbas con que se lavan. Acabado este tiempo comienzan a comer algunas cosas que les dan sustento. En el tiempo que están sin comer, por la debilidad que sienten en el cuerpo y en la cabeza, dicen que han visto algunas cosas, quizá por ellos anheladas, pues todos hacen aquel ayuno en honor de los cemíes que tienen, para saber si alcanzarán victoria de sus enemigos, por adquirir riquezas o por cualquier otra cosa que desean. Dicen que este cacique afirmó haber hablado con Yiocavugama, quien les había anunciado que cuantos viviesen después de su muerte, gozarían poco de su dominio, porque llegaría al país una gente vestida que les dominaría y mataría, y se morirían de hambre. Pero ellos pensaron que éstos serían los caníbales; mas luego, considerando que éstos no hacían sino robar y marcharse, creyeron que sería otra gente aquella de la que el cemí hablaba. Por eso creen ahora ser el Almirante y los hombres que llevó consigo. Ahora referiré lo que yo he visto y pasado cuando yo y otros hermanos estábamos en la isla Española; yo fray Ramón, pobre ermitaño, me quedé y fui a la Magdalena, una fortaleza que mandó construir don Cristóbal Colón, Almirante, Virrey y Gobernador de las islas y tierra firme de las Indias, por mandato del Rey D. Fernando y de la Reina doña Isabel, nuestros señores. Estando yo en aquella fortaleza en compañía de Arteaga, su capitán, por mandado del mencionado Gobernador D. Cristóbal Colón, quiso Dios iluminar con la luz de la Santa Fe católica toda una casa de la gente principal de la fortaleza de la Magdalena, cuya provincia se llamaba Marcorix, y el señor de ella Guavaoconel, que quiere decir hijo de Guavaenequin. En dicha casa estaban sus servidores y favoritos, que son llamados yahu naboriu y eran en total diez y seis personas, todos parientes, entre los cuales había cinco hermanos varones. De éstos, uno murió, y los otros cuatro recibieron el agua del santo bautismo. Creo que murieron mártires, por lo que se vio en su perseverancia y su muerte. El primero que recibió la muerte, o sea el agua del santo bautismo, fue un indio llamado Guaticava, que después recibió el nombre de Juan. Éste fue el primer cristiano que sufrió muerte cruel, y tengo por cierto que la tuvo de mártir, porque, según he oído de algunos que estuvieron cuando murió, decía: Dios naboria daca, Dios naboria daca, que quiere decir: yo soy siervo de Dios. Así murió también su hermano Antonio, y con éste otro, diciendo lo mismo que aquél. Los de esta casa siempre estuvieron conformes en hacer cuanto me agradaba. Todos los que quedaron vivos y aún viven hoy, son cristianos, por obra del mencionado D. Cristóbal Colón, Virrey y Gobernador de las Indias; ahora hay muchos más cristianos por la gracia de Dios.

Diremos ahora lo que sucedió en la fortaleza de la Magdalena. Hallándome en la mencionada Magdalena, fue el señor Almirante en socorro de Arteaga y de algunos cristianos asediados por sus enemigos, vasallos de un cacique principal llamado Caonabó. Entonces el señor Almirante me dijo que Macorix, provincia de la Magdalena, tenía lengua distinta de la otra, y que no era usado su idioma en toda la isla; por lo que yo, me fuese a vivir con otro cacique principal, de nombre Guarionex, señor de muchos vasallos, pues la lengua de éste se entendía por todo el país. Así, por su mandato, me fui a vivir con el dicho Guarionex. Verdad es que dije al señor Gobernador don Cristóbal Colón: "Señor, ¿cómo quiere Vuestra Señoría que yo vaya a estar con Guarionex, no sabiendo más lengua que la de Macorix? Déme Vuestra Señoría licencia para que venga conmigo alguno de los del Nuhuirci, que después fueron cristianos, y sabían las dos lenguas”. Me lo concedió y dijo que llevase a quien quisiera. Dios, por su bondad, me dio por compañía el mejor de los indios, el más experto en la santa Fe católica; después me lo quitó; alabado sea Dios que me lo dio y luego me lo arrebató. Verdaderamente, yo lo tenía por buen hijo y hermano; era éste Guaicavanu, que después fue cristiano y se llamó Juan. De las cosas que allí nos acontecieron, yo, pobre ermitaño, diré alguna; cómo salimos yo y Guaicavanu, fuimos a la Isabela y allí esperamos al señor Almirante hasta que volvió del socorro que dio a la Magdalena; tan pronto como llegó, nosotros nos fuimos adonde el señor Gobernador nos había mandado, en compañía de uno que se llamaba Juan de Ayala, que tuvo a su cargo una fortaleza que dicho Gobernador don Cristóbal Colón hizo fabricar, media legua del lugar donde nosotros habíamos de residir. El señor Almirante mandó a dicho Juan de Ayala que nos diese de comer de todo lo que había en la fortaleza, que es llamada la Concepción. Estuvimos con aquel cacique Guarionex casi dos años, enseñándole siempre nuestra Santa Fe y las costumbres de los cristianos. Al principio mostró buen deseo, y dio esperanza de que haría cuanto nosotros quisiésemos, y de ser cristiano, pues decía que le enseñásemos el Padrenuestro, el Ave María , el Credo y todas las otras oraciones y cosas que son propias de un cristiano. Aprendió el Pater noster, el Ave María y el Credo; lo mismo hicieron muchos de su casa; todas las mañanas decía sus oraciones y hacía que las rezasen dos veces los de su casa. Pero después se enojó y abandonó su buen propósito, por culpa de otros principales de aquel país, los cuales le reprendían porque obedecía la ley cristiana, siendo así que los cristianos eran crueles y se habían apoderado de sus tierras por la fuerza. Por esto le aconsejaban que no se ocupase más en las cosas de los cristianos, sino de concertarse y conjurarse para matarlos, porque no podían contentarlos, y habían resuelto no seguir en algún modo sus costumbres. Por esto se apartó de su buen propósito, y nosotros, viendo que se separaba y dejaba lo que le habíamos enseñado, resolvimos marchamos e ir donde se pudiese hacer más fruto, enseñando a los indios y doctrinándolos en las cosas de la santa fe. Así, que nos fuimos a otro cacique principal, que mostraba buena voluntad, diciendo que quería ser cristiano, el cual se llamaba Maviatúe.