Relación acerca de las antigüedades de los indios/29

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CAPITULO XXVI

De lo que aconteció con las imágenes, y del milagro que Dios hizo para mostrar su poder.

Salidos los indios de la casa de oración, tiraron las imágenes al suelo, las cubrieron con tierra y después las pisaron, diciendo: "Ahora serán buenos y grandes tus frutos”; esto lo decían por haberlas sepultado en un campo de labor, y, por tanto, sería bueno el fruto que allí se había plantado; todo ello, por vituperio. Visto lo referido por los muchachos que guardaban la casa de oración por mandato de los mencionados catecúmenos, fueron a los mayores, que estaban en sus posesiones, y les contaron cómo la gente de Guarionex había destrozado y escarnecido las imágenes. Tan luego como lo supieron, dejaron lo que hacían, y corrieron gritando a decírselo a D. Bartolomé Colón, que tenía el gobierno por el Almirante, su hermano, cuando éste se fue a Castilla. D. Bartolomé, como lugarteniente del Virrey y Gobernador de las islas, formó proceso contra los malhechores, y, sabida la verdad, los hizo quemar públicamente. No obstante Guarionex y sus vasallos no se apartaron del mal propósito que tenían de matar los cristianos en cierto día designado para que llevasen el tributo de oro que pagaban. Pero tal conjuración fue descubierta, y luego apresados el mismo día que se proponían llevarla a efecto. Sin embargo, continuando en su perverso designio, lleváronlo a ejecución, y mataron a cuatro hombres y a Juan Mateo, escribano mayor, y a su hermano Antonio, que habían recibido el santo bautismo; luego corrieron adonde estaban escondidas las imágenes y las tiraron hechas pedazos. Pasados algunos días, el señor de aquel campo fue a sacar ajes, que son ciertas raíces semejantes a nabos, y otras, parecidas a rábanos; en el lugar donde estaban las imágenes enterradas habían nacido dos o tres ajes, como si los hubiesen puesto el uno por medio del otro, en forma de cruz. No era probable que alguien encontrase tal cruz, y, sin embargo, la halló la madre de Guarionex, la mujer más mala que he conocido en aquellas tierras, la cual juzgó que esto era un gran milagro, y dijo al castellano de la fortaleza de la Concepción: "Este prodigio ha mostrado Dios donde fueron halladas las imágenes. Dios sabe para qué”.

Digamos ahora cómo se hicieron cristianos los primeros que recibieron el santo bautismo, y lo que es necesario hacer para que se hagan todos cristianos.

Verdaderamente, la isla necesita mucha gente para castigar a los señores cuando no son dignos; enseñar a los indios las cosas de la santa fe católica y doctrinarlos en ésta, porque no pueden o no saben oponerse; yo puedo decirlo con verdad, pues me he fatigado para saber todo esto y tengo certeza que se habrá entendido por lo que hasta ahora llevo escrito; y al buen entendedor pocas palabras bastan.

Los primeros cristianos que hubo en la isla Española fueron los que ya hemos mencionado, a saber: Yavauvariu, en casa del cual había diez y siete personas que todas se hicieron cristianas solamente con darles a conocer que hay un Dios que ha hecho todas las cosas y creó el cielo y la tierra, sin discutir acerca de otra cosa, ni se les diese más a entender, porque eran propensos a la fe. Pero, con los otros se necesita fuerza e ingenio, porque no son todos del mismo carácter, pues algunos tienen buen principio y mejor fin; otros, que comienzan bien, y se ríen luego de lo que les habían enseñado; para éstos hacen falta la fuerza y el castigo. El primero que recibió el bautismo en la isla Española fue Juan Mateo, que se bautizó el día del evangelista San Mateo, en el año 1496, y después toda su casa, donde hubo muchos cristianos.

Aún se iría más adelante, si hubiese quien los amaestrase y enseñase la fe católica, y gente que los refrenase. Si alguno me pregunta por qué yo creo tan fácil este negocio, diré que lo he visto por experiencia, y especialmente en un cacique principal llamado Mahuviativire, el cual hace ya tres años que continúa en la buena voluntad de ser cristiano, y no tiene más que una mujer, aunque suelen tener dos o tres, y los principales, hasta diez, quince y veinte.

Esto es lo que yo he podido entender y saber acerca de las costumbres y los ritos de los indios de la Española, por la diligencia que puse. En lo cual no pretendo alguna utilidad espiritual, ni temporal. Plega a nuestro señor que todo ello se convierta en alabanza y servicio suyo, y en darme gracia de perseverar; y si ha de ser de otra manera, que me quite el conocimiento.

Fin de la obra del pobre ermitaño Ramón Pané.