que no ha sido lisonja ni otra cosa
fuera de la verdad que siempre estimo.
Juan de Vargas:
Honraisme como amigo y como primo,
mas ¿qué no hará la hidalga gente nuestra
animada de dos señoras tales;
la que en Atocha humilde a Madrid muestra,
del sol de Cristo, rayos orientales,
y la que honrando, de la parte vuestra,
la entrada desta villa, celestiales
guardas le pone, y de milagros llena,
cobra el renombre santo de Almudena?
Don Juan Ramírez:
Decís muy bien, que si una y otra puerta
está guardada destas dos señoras,
segura está la villa, y cosa es cierta
que nos darán su sol tales Auroras.
Don Pedro de Luján:
La campaña de bárbaros cubierta,
y volver nuestras armas vencedoras,
después de Dios a entrambas se atribuya,
que en ellas quiere honrar la madre suya.
A la Virgen, Jüan, del Almudena,
que está en Santa María desta villa,
voy a ofrecer una bandera llena
de lunas de los moros de Sevilla;
ganela de un alférez, que en la arena
de Manzanares, la feroz cuchilla
de su alfanje de suerte ejercitaba,
que el agua en roja sangre trasformaba.
Dadme licencia, Juan.