labrador de su opinión,
ni que tenga entrañas tales.)
Juan de Vargas:
(Yo le he cobrado afición).
Isidro:
(Aparte.)
(Mis amos son principales;
¿qué dudo, pues ha venido
ocasión que estén los dos
juntos, de hablarlos?, si ha sido
voluntad de Dios, que a Dios
lo tengo todo ofrecido.
¡Pardiez!, decírselo quiero,
buena ocasión hay agora,
que él es un gran caballero
y ella una noble señora;
pues si hay ocasión, ¿qué espero...)
¡Señor!
Juan de Vargas:
¿Qué hay, Isidro, amigo?
Isidro:
Los labradores, señor,
desta villa...
Juan de Vargas:
Decid...
Isidro:
Digo,
que viéndome labrador
y que en efeto me obligo
a toda vuesa labranza,
dicen que solo no puedo;
que aunque soy de confianza,
mientras en el campo quedo,
y un sol a otro sol alcanza...
En fin, en casa no tengo
quien della tenga cuidado,
ni de mí cuando a ella vengo
de arar y cavar cansado. (Aparte.)
(Con vergüenza me detengo;
pero habrelo de decir).
Han tratado de casarme;
licencia os vengo a pedir,
y sabed que habéis de honrarme,
pues yo os procuro servir.