a ver su cuerpo en la tierra,
cuerpo cuya carne santa
quieren los cielos que vean
los siglos del gran Felipe,
que después de tantas guerras
será Rey solo de España,
para que en sus tiempos sea
canonizado, y conozca
Roma, entre probanzas ciertas
de sus divinos milagros,
que su carne dura entera
cerca de quinientos años,
y que aunque el agua se seca
de mi río y fuentes claras,
la de la suya se muestra
dando salud en su ermita,
cuya fábrica pequeña,
la Emperatriz Isabel,
del Tercer Felipe abuela
y mujer de Carlos Quinto,
hará edificar de piedra,
que después otros devotos,
aunque con menores fuerzas,
harán de más edificio
y con las almas quisieran.
Lorenzo:
Id presto, amigos pastores.
Bartolo:
Costanza, Lorenzo, Esteban,
¿qué hacemos que no cortamos
flores y olorosas yerbas
que ofrezcamos a su cama?