Amigos, venid a ver
maravillas que Dios hace
en la humildad que sublima
cuando en la soberbia abate.
Ya el asombro de Cremona,
el Homo Bono, aquel sastre
de la Cámara de Dios,
libre de la mortal cárcel
del cuerpo, a los cielos
vuela para que en ellos le pague
con su gloria las hechuras
que ajustan cuentas y alcances.
Por los pobres que ha vestido
quiere Dios que le acompañen
ángeles, que tal vez fueron
dentro su casa oficiales.
Oyendo aquel sacrificio
misterioso e inefable
en que obliga el sacerdote
que al pan Dios del cielo baje,
al entonar aquel himno
que ofrece glorias y paces
a los cielos y a los hombres,
cuando humano el verbo nace,
herido el pecho de amor,
como estrecho en él no cabe,
tanta inmensidad de fuego
en sus llamas naufragante,
cedió la vida a la muerte.
Llegó al fin de su viaje;
voló el alma y tomó puerto
en aquel feliz paraje
donde arenas son estrellas,
donde no llegan combates,
del mar, que anega virtudes,
siendo vicios huracanes.
Quedó hincadas las rodillas,
resplandeciendo delante
del altar mayor quien puede
ya calificar altares;
pero escuchad, si sois dignos,
las fiestas que al cielo le hace,
las norabuenas que goza,
los santos que a verle salen.