Corren una cortina y van subiendo con MÚSICA el santo vestido de una ropa larga de tela, con unas tijeras de sastre en la mano izquierda y en la otra una cruz
PENDÓN:
¡Ah, señor amo, ah maeso!
¿Dónde bueno? ¿Así se parte?
¿A buenas noches nos deja?
¿Sin su aprendiz se va el sastre?
Pero allá no hay que coser,
que es la ropa perdurable
de la gloria que Dios viste
sin peligro que se rasgue.
DOROTEA:
¡Ay, esposo de mi vida!
¿Cómo si tanto me amaste,
entre las penas me dejas
y a los deleites te partes?
¿No somos los dos consortes?
Llévame contigo; alcance
la acción debida, que tengo
a los bienes gananciales.
PENDÓN:
Esperanza, a un monasterio,
tú motilona, y yo fraile.
No hay que hablar en matrimomos,
San Pendón han de llamarme.
LELIO:
Esta historia nos enseña
que para Dios todo es fácil,
y que en el mundo es posible
ser un hombre santo y sastre.