Segundo manifiesto de Don Jaime contra la Dictadura de Primo de Rivera (1927)

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Mi silencio desde el mes de abril de 1925, no significa aprobación a la política que la dictadura del General Primo de Rivera ha desarrollado desde entonces en España, ni indiferencia ante los hechos que en España han seguido produciéndose y la grave situación que tales hechos van creando. Precisamente, desde el advenimiento de la Dictadura, vengo prestando a la situación de España una extrema atención. Sentí satisfacción vivísima ante las victorias alcanzadas en Marruecos por el glorioso ejército español, sólo amargada por la imposibilidad de compartir las penalidades y los peligros de los militares que allí luchaban, defendiendo el honor y el prestigio de España.

He visto en cambio con pena, que la situación de la Hacienda española sigue igual o peor que en los tiempos en que España tenía que hacer en Marruecos el máximo esfuerzo militar, y me causa vivísima preocupación ver cómo España, que no participó en la guerra europea, sea hoy la única nación de Europa que liquida sus presupuestos con déficits pavorosos, y aumenta mi preocupación ver la indiferencia con que el pueblo español asiste a la política financiera de su gobierno, que forma vergonzoso contraste con la de los gobernantes de los países que la guerra arruinó, y que aún así han considerado que a la normalización de su Hacienda y a la nivelación de su presupuesto, debían consagrar un esfuerzo tan enérgico como el que aplicaron para conseguir la victoria.

Desgraciadamente, el Gobierno no sólo no emprende el sano camino que el ejemplo de los demás países le señala, sino que los avales del Estado que con alarmante frecuencia e imprudencia notoria va otorgando el Gobierno, preparan para el porvenir una situación dificilísima, que tendrán que afrontar los gobiernos que recojan la herencia de la dictadura, pues será entonces cuando tendrán que hacerse efectivos los compromisos que hoy se contraen.

Pero el mayor motivo de mi preocupación, es ver como bajo el Régimen de la dictadura, se aumentan y agudizan las discordias entre las regiones ibéricas, que el forzado silencio que impone el régimen dictatorial no oculta a los que seguimos con interés las palpitaciones del pueblo español.

La política que en relación con Cataluña inició el Directorio en los primeros días de su existencia, ha persistido y ha venido agravándose desde el mes de abril de 1925, en que hube ya de condenarla en mi manifiesto dirigido al pueblo español.

Comprendo el efecto que en el espíritu catalán, tan noblemente aferrado a sus gloriosas tradiciones, ha de producir ver prohibida la santa enseña de la Bandera Catalana, que tantas veces presidió el esfuerzo catalán, derramando su sangre por España y para España. Es inadmisible que sea perseguida la lengua catalana, tan española como la castellana, y que tantas aportaciones valiosísimas ha hecho y viene haciendo día tras día al patrimonio cultural de la patria española.

Merece mi más íntima reprobación la ininterrumpida serie de coacciones de la dictadura sobre los prelados de Cataluña, estimulándoles a que falten a su misión sacratísima, para servir a una política de gobierno que estimo equivocada y antipatriótica.

Por las informaciones que recibo de mis leales de todas las regiones, he podido apreciar cómo la política del Directorio procuraba levantar odios y prevenciones contra Cataluña, las que por su injusticia tienen que producir en el ánimo de los catalanes, terribles consecuencias e incalculables daños.

La Comunión Tradicionalista ocupará siempre el primer puesto en la defensa de la integridad de España, pero al hablar de la España de verdad, tal como la formó Dios y la han consagrado la naturaleza y la historia.

En España es esencial la variedad; en la variedad está su fuerza, y por la variedad se ha salvado España en las crisis más terribles que ha sufrido.

El centralismo unitario es importación extranjera, que repugna con la Historia de España y es incompatible con la realidad de sus componentes. Siempre la Comunión Tradicionalista ha levantado la Bandera del Regionalismo, la palabra “fueros”, que significa respeto a las personalidades y a las tradiciones regionales.

He callado mucho tiempo, en la esperanza de que la Dictadura enmendaría sus yerros y me daría ocasión de aplaudirla en su política interior, como la aplaudo sin reservas por su política ante el problema de Marruecos. Más al ver que su política interior es contraria a la tradición española, y que sirve únicamente para fomentar odios que un día no lejano pueden poner a España en peligro, me es imposible persistir en mi silencio, y he de formular ante la política que sigue el actual Gobierno en Cataluña, la protesta más enérgica en nombre de la Comunión Tradicionalista. He de advertir al Gobierno que la Comunión Tradicionalista, no podría consentir, de continuar y aumentarse esta política, que un gobierno que por su propia naturaleza es transitorio, ponga en peligro los intereses permanentes de la patria española.

Y la patria española exige que no se fomenten rivalidades intestinas, ni se ofendan sentimientos nobilísimos, a los cuales ningún pueblo digno puede renunciar. Debe procurarse que los españoles de todas las regiones y de todos los partidos, puedan prestar sin reservas ni resquemores, su colaboración a la gran obra de elevar España al rango que su historia y su tradición señalan.

París, 5 de diciembre de 1927

JAIME